Opinión | La hoguera
Juan Soto Ivars
Eccrito en andalûh
Tuiteaba la senadora sevillana Pilar González, de Adelante Andalucía, que (sic) «el andalûh êh nuêttra lengua naturâh. Y no êh inferiôh a ninguna otra lengua del êttao. Lo ablamô çin complehô. Y temenô, ademâh, linguîttâ andaluçê con propuêttâ pa una ortografía». Ejem.
El andaluz, estudié yo en filología, no es una lengua. De hecho, ni siquiera existe algo llamado ‘andaluz’: en Andalucía tenemos una de las riquezas dialectales más concentradas del español. De un pueblo al siguiente hay variaciones, fonemas que desaparecen, influencias disparatadas, palabra nuevas a cada pocos kilómetros desde Trafalgar a Carboneras: un ecosistema lingüístico variado y rico. ¿Qué es eso del andaluz, qué es esa supuesta lengua a la que buscan ortografía? Harán esos lingüistas, supongo, como hicieron con el asturiano en el norte: un Frankenstein construido con pedazos dispersos, una neolengua que no habla nadie porque une palabritas de aldeas distantes, a la búsqueda de los términos que suenen más cargados de identidad, más diferentes al español con acento, más propios y, por tanto, más auténticos. Y así, buscando la autenticidad, no queda nada real. Lenguas de diseño. Lenguas políticas. Lenguas trofeo de laboratorio.
Durante la burbuja inmobiliaria toda ciudad mediana tenía que levantar su auditorio megalomaníaco, toda capital de provincia sus aeropuertos, y ahora, durante la burbuja identitaria, no puede quedar un sitio sin su lengua propia, sin su idioma, aunque sea un acento, o muchos. Antes nos anegaba el cemento, y ahora el narcisismo tribal.
Yo soy murciano. ¿Hablo una lengua? ¿A quién rinde tributo? ¿Al español, llamado castellano por aquí aunque lo hablen mejor en Argentina? ¿O al andaluz, con el que tiene semejanzas fonéticas? Pero atención ¿qué andaluz? Porque poco se parece lo que hablan en Sevilla a lo que hablan en Almería.
El murciano recuerda, según el pueblo de Murcia donde pongas la oreja, al acento de la sierra de Jaén, al granadino rocoso de Motril, al almeriense oriental, ¡o a ninguno de ellos! El murciano no suena a andaluz, te dirán en Bullas. Porque también en Murcia, esa pequeñísima región, hay variedad. ¿Dónde encaja el yeclano, tan diferente en sonidos, giros y entonaciones del aguileño? ¿Murciano sería lo de Murcia capital? Ah. Ridículos. ¡Abajo el imperialismo sevillano! ¡Viva la huertica! ¡Pero la de mi casa, la de mi patio, que es la única con algo especial!
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