Sobre el valor de la vida humana hay un discurso que por la izquierda puede llevar a cierto humanitarismo radical (como el seráfico pacifismo sin matices) y por la derecha a posiciones fundamentalistas (como en el asunto del aborto o el de la eutanasia). Si hablo de un discurso, y no de dos, es porque ambas ramas tienen como tronco común la hipocresía. Pero hay situaciones extremas en que saltan las costuras de esos artefactos al no ser capaces de soportar tanta tensión, como sucede en una guerra o está sucediendo ahora con la pandemia. Aún no tenemos distancia crítica suficiente para apreciar las enormes holguras, burbujas y pérdidas de aire que se están produciendo en ese discurso común, al resultar incompatible con actitudes de relajación ante la pandemia de bastantes de sus adalides. Son los momentos en que se pone a prueba el valor que de veras le da cada uno a la vida humana.