Opinión | Tribuna libre

La 'crisis de paisaje' del Mar Menor

Primero hacemos un viaje, corto o largo no importa; paseamos, observamos el paisaje, lo fotografiamos. El estado de ánimo influye. Finalmente afloran los sentimientos y comienza esa difícil tarea de convertirlos en palabras. Un viaje, por ejemplo, al Mar Menor, a Santiago de la Ribera a Lo Pagán; a Los Nietos, Los Urrutias o Los Narejos, a todo aquel paisaje de nuestra niñez. Casi no importa ya. La naturaleza no conoce fronteras. Tampoco importa que el corazón se rompa, que el pasado esté muerto en el presente.

A esto, a todo lo que está ocurriéndole al Mar Menor en este nefasto agosto de 2021, el consejero de Fomento e Infraestructuras de la Región de Murcia, señor Díez de Revenga, lo llamó, el 17 de diciembre de 2019, pocos días después del desastre medioambiental de octubre del mismo año, en una reunión que mantuvo con los agentes económicos y sociales para darles a conocer el contenido del borrador del Decreto-Ley de Protección Integral del Mar Menor «crisis de paisaje». Y tenía razón Díez de Revenga cuando afirmó que el paisaje es algo más, que el Convenio Europeo del Paisaje lo define como «cualquier parte del territorio tal como lo percibe la población, cuyo carácter sea el resultado de la acción y la interacción de factores naturales y/o humanos».

Para Díez de Revenga, en los últimos días hemos comprobado también que para el presidente López Miras y para su Consejo de Gobierno, el paisaje son las edificaciones a la orilla del Mar Menor, los balnearios, los amarres de embarcaciones, los puertos deportivos, las playas artificiales, incluso lo cultivos de la zona sur de la laguna.

En la misma reunión, celebrada en dependencias del ayuntamiento de San Javier, explicó que había que entender el Mar Menor como «un sistema socioecológico, no solo como la masa de agua». Dijo otras cosas, claro. Por ejemplo, que el deterioro de la masa de agua no coincidía con el gran desarrollo urbanístico de la última década y media, que las actividades náuticas y deportivas eran amables con el medio ambiente, que no era partidario de prohibir la navegación a motor porque per se no dañaba el entorno, que los puertos deportivos no contaminaban el Mar Menor, que no había estudios concluyentes que demostrasen que dichas infraestructuras tuviesen afectación hidrodinámica sobre la masa de agua, que a lo sumo había que acabar con los fondeos ilegales y regular velocidades excesivas, ruidos y motores de dos tiempos de carburación.

Fue una charla con pretensióndidáctica dirigida a un público muy amable, y entregado a la causa de culpar a otros del ecocidio del Mar Menor.

Sí, existe realmente una crisis de paisaje, y tal vez tenga más que ver con el cambio en la percepción que tienen los ciudadanos del Mar Menor como paisaje tal como establece el Convenio Europeo del Paisaje firmado en Florencia y que está en vigor desde 2008 en España. El problema, al menos para este articulista, es que salió de la reunión de presentación del Decreto-Ley con la duda de si se quería recuperar el Mar Menor o simplemente cambiar la percepción de la ciudadanía sobre el paisaje resultante de tanto desafuero.

Objetivamente es más sencillo lo segundo que lo primero. Pueden existir paisajes desolados que puedan ser agradables para el observador. Los bosques que rodean Chernóbil, o el río Segura a su paso por la ciudad de Murcia después de las obras que se están realizando para que la ciudad «se acerque» a su lámina de agua, sin ir más lejos.

Porque si la agricultura no es responsable de la contaminación de la laguna, y tampoco lo son el desarrollo urbanístico o la presión turística sobre sus playas y aguas, ¿cuál es el problema?: la percepción de la ciudadanía del paisaje, aquello que lo afea y es desagradable a la vista. Cambiemos, pues, el diálogo que se establece entre el Mar Menor y el observador. Toda la actuación política del Gobierno regional va dirigida precisamente a ese cambio gratis total, sea mediante campañas tipo «Mar Menor, un destino multiexperiencial» o declaraciones del tipo «sus aguas son óptimas para el baño». Todo en orden salvo esas pequeñas cosas que no gustan o desagradan: peces muertos, el manto verde de las algas, la opacidad de sus aguas, el mal olor, la muerte, en definitiva, de una joya natural única en su tiempo. Y tampoco en esto es culpable el Gobierno regional; lo es el Gobierno central que ni hace ni deja hacer.

Casi dos años después de la reunión, la naturaleza vuelve a mostrar el daño infligido por actividades económicas depredativas que nunca sacian sus necesidades de destruir para producir. El presidente López Miras convoca una rueda de prensa para incidir en la crisis del paisaje. Advierte que dragará la Gola de Marchamalo y todas las que se le pongan delante. Se trata de ocultar la realidad de debajo de la lámina de agua, de mostrar a la ciudadanía que el Mar Menor ofrece postales de ensueño, que podemos convivir con un presente sin recordar aquel pasado majestuoso de una albufera única en el mundo.

López Miras y su Gobierno pretenden convertir el Mar Menor en un apéndice del Mar Mediterráneo para que la naturaleza no nos recuerde que burlar los equilibrios que exige a las actividades humanas tiene consecuencias, y muy graves. Las imágenes de este horrible agosto de 2021 no se borrarán fácilmente de la memoria colectiva de una sociedad hastiada de tanta dejación de funciones. Tampoco se debería perdonar tanto desafuero.

Hacia 1960, Juan Goytisolo escribió un relato breve que incluyó en su libro Fin de fiesta. Se titula Mar Menor. Su lectura no aportará mucho a aquella generación que ronda los 60-70 años. la laguna que describe es aquella que conocieron nuestros padres y abuelos, a los que será difícil de convencer que lo importante no es el Mar Menor, sino la percepción que se tiene de él. Tampoco convencerá a ecologistas más o menos jóvenes. Pero tal vez el relato de la NO verdad pueda aunar multitudes fáciles de convencer mediante un lenguaje seudocientífico.

No obstante, la nefasta gestión de nuestra joya natural no puede salir gratis a una generación de políticos que ha gobernado 26 años obviando los problemas o dándoles patadas hacia el futuro.

Por mi parte, transmitiré a mis descendientes lo que fue un mar que no nos merecíamos, tal fue nuestra actitud hacia el mismo.