No sé por qué, pero cada vez que me encuentro cerca de la iglesia de San Bartolomé en Murcia, me desvío para pasar por su lateral y plantarme ante la hornacina de las Ánimas a leer lo que pone.

«A las Ánimas Benditas no te pese hacer el bien

que sabe Dios si mañana

serás ánima también».

Lo he leído cientos de veces, pero nunca les he dejado un donativo. Quizás por ello, en una ocasión, las ánimas me castigaron: hartas de que no les dé dinero para misas que logren que sus almas errantes encuentren el camino definitivo, hicieron que se moviese una leve brisa y una semilla del único árbol que hay en los alrededores se metiera en mi ojo. ¡Qué mal lo pasé! El dolor y el malestar me impedían seguir andando y hasta tuve que sentarme en un portal a esperar a que se saliese la maldita semilla. ¡Qué jodías son las Ánimas cuando no les encargas misas…!