Durante los próximos meses lo escucharemos por tierra, mar y redes sociales. La derecha, haciendo un copia y pega de los asesores de la campaña de Donald Trump, pondrán sobre el escenario político madrileño, que es lo mismo que decir el español, la dicotomía de elegir el próximo 4 de mayo entre dos mentiras: Libertad o Socialismo.

La izquierda tiene, ante esta trampa, dos opciones: empezar a filosofar, o peor aún, hacer análisis metafísicos, esos que tanto gustan a Ángel Gabilondo, en los que él se encuentra como pez en el agua, sobre lo que debemos entender como libertad y socialismo o, por el contrario, empezar a desmontar con ejemplos que ni Vox ni el PP representan la libertad, y ni el socialismo, tal y como se presenta de manera peyorativa, tiene hoy en día mucho sentido.

La derecha y la extrema derecha, son los mejores maestros en prostituir las palabras y, sin duda, los mejores en lanzar mensajes impactantes.

Santiago Abascal habla de libertad y de meter a la gente que no piensa como él en la cárcel con una alegría desbordante, o aquí, en nuestra región, hablamos de un Gobierno en libertad cuando somos rehenes, prisioneros y a veces súbditos de la más rancia extrema derecha manejada desde extensas explotaciones agrícolas.

Esperemos que la izquierda no cometa el error de enzarzarse en una discusión teórica y ponga sobre el escenario que lo que los conservadores y ultras entienden por libertad es, más bien, clasismo.

Cuando la derecha habla de libertad de elección en educación, de lo que realmente están hablando es de que existan diferentes niveles educativos, y que los principios que nos hace iguales (el trabajo, la solidaridad, la redistribución de la riqueza, el servicio público) no sean tenidos en cuenta, y sí dónde vives y lo que cobras.

Cuando la derecha habla de sanidad concertada o de seguros privados, de lo que habla en realidad es de destinar recursos económicos púbicos para una sanidad para la élites económicas, y cuando uno cae enfermo, tener habitación individual, no soportar listas de espera y disponer de un trato preferencial, salvo que sea un tema delicado, pues entonces, como por arte de magia, todos se vuelven fanáticos de la sanidad pública.

Cuando la derecha habla de bajar impuestos no se refiere a que los que menos ganan paguen menos; se refiere a favorecer, una vez más, a las grandes fortunas (eléctricas, entidades financieras, grandes empresas). Esto no lo digo yo; lo dicen sus programas económicos.

Cuando la derecha habla de privatizar las pensiones no está abogando por el ahorro y el esfuerzo, sino que está apostando por desmantelar la primera empresa pública del país. El sistema público de pensiones es la mejor arma que tiene una sociedad para que seamos iguales.

Algunos, cuando hablan de libertad, lo que quieren decir es pagarle al peón agrícola una miseria en nombre de Dios, tener a un camarero diez y doce horas trabajando y cotizar dos, o contaminar hasta un 30% más, si con eso se crean media docena de empleos y unos pocos ganan mucho más. La libertad no es abrir una casa de apuestas a la puerta de cada colegio, como ellos entienden. La libertad es cultura, educación, valores, solidaridad, justicia e igualdad.