Diez días sin agua ni comida en alta mar y haciendo cálculos de cuándo vendrían a rescatarlo. Es la historia del protagonista de Relato de un náufrago, de Gabriel García Márquez, que escribió con maestría esta obra que narra la angustia de un hombre a la deriva. Y a la deriva se ha ido el Gobierno local de coalición de populares y naranjas en la Glorieta dejando como náufragos al alcalde de Murcia, José Ballesta, y al líder de Cs en el Ayuntamiento, Mario Gómez.

Ni se hablan ni se tratan desde hace ya tiempo. La ruptura es total y las estrategias para socavar los cimientos de uno y otro grupo son ya públicas y notorias. Los populares han comenzado a hacer movimientos para romper con Gómez, mientras que los de Cs siguen empeñados en ser gobierno y oposición al mismo tiempo, una postura que se ha visto agudizada por el ‘caso Vacunas’ y la petición de dimisión de Felipe Coello.

La tardanza en el cese del edil que se saltó el protocolo está haciendo que los naranjas se estén acercando peligrosamente a la oposición municipal que se ha unido en dos ocasiones en pleno para pedir la salida de Coello. Una campaña que está haciendo mucho daño a los populares y desgastando, sobre todo, al alcalde que ha tenido que escuchar palabras muy gruesas de su socio de gobierno. Entre otras cosas, le ha dicho que es ‘un vendehumos’ y el peor alcalde de Murcia de la historia del Ayuntamiento. Así, a pelo, sin poesía ni belleza que mitigue el mensaje. Al mismo tiempo suscita sospechas, especulaciones y preguntas sobre por qué se resiste a la destitución y qué sabe ese concejal que pudiera generar temor entre sus compañeros.

Además, Gómez ha logrado el apoyo de la coordinadora regional de Cs, Ana Martínez Vidal, que está a partir un piñón con su subordinado en este tema. Lo ha demostrado en la reunión mantenida un día antes de la última sesión plenaria, un encuentro en el que la lideresa coligió que no hay más camino que el cese o la dimisión, tal y como ha ocurrido en la esfera de la Administración regional, que ha descabezado toda la cúpula de Salud por la presión de los de Arrimadas.

Si se obvia por un momento el ‘caso Vacunas’, no se puede decir que las relaciones anteriormente entre los dos gobiernos de la Glorieta fueran buenas. A las primeras de cambio ya estaban con jaleos. Basta con revisar la hemeroteca. A los seis meses, en febrero de 2020, se produjo el primer aldabonazo público y los cuatro concejales de Cs comparecieron en rueda de prensa para denunciar que los populares y el alcalde les ninguneaban.

La situación con los meses no ha cambiado. Es más, ha empeorado y ha llevado al Gobierno de coalición a irse a pique. La oposición ha pedido que Cs mueva ficha en un intento de que se habilite una moción de censura. En el anterior mandado, en el que el PP estaba en minoría (con un concejal más que ahora), hasta tres intentos hubo y finalmente los naranja se echaron para atrás. En estos momentos, aunque parezca increíble, esa moción de censura beneficiaría al alcalde capitalino.

Su presentación obligaría a los de Arrimadas a posicionarse como gobierno o como oposición y despejaría la bipolaridad en la que se mueven. Es probable que tuvieran que volver a la senda de coalición y seguir apoyando a los de Ballesta si no quieren que el grupo municipal salte por los aires con una renegociación del pacto de gobernabilidad con un nuevo acuerdo en el que el alcalde podría imponer otras hipotecas y postulados ante la capitulación del fuego amigo. Es prácticamente la misma situación en la que se encuentra el grupo de Cs de la Asamblea Regional. Solo si desde Madrid dieran el plácet podrían apear a los populares de la Glorieta. Y ya se sabe que la banca siempre gana. Por nadie pase