Opinión

Antonio Abril

La desafección

Estoy triste. Cada vez me estoy alejando más de la política. Una desafección que me llega tras haberla amado mucho. Un compromiso con los más débiles, la rebeldía contra los abusos de los señoritos de mi tierra, la pobreza de la mayoría, me llevaron a ella en los años 70 del siglo pasado desde la Universidad, en Madrid. Pero fui un tonto y por tonto me condenaron, en expresión del juez Calatayud.

Como un espectador me asomo cada día a la actualidad y ¡qué desilusión! Sólo veo egoísmo. Aquella generosidad, la que yo conocí, anteponiendo los intereses personales e ideológicos en favor de la reconciliación, se ha esfumado en estos tiempos, donde prima el yo, después los míos y si queda algo para mis amigos.

Estamos asistiendo, desde la semana pasada a un espectáculo bochornoso, donde políticos, altos mandos militares, funcionarios, representantes sindicales y familiares han recibido la primera dosis de la vacuna, saltándose el protocolo o, lo que es peor, quitándosela a otras personas con más necesidad y urgencia de recibirla.

En Murcia, el consejero de Sanidad, Manuel Villegas, un buen gestor, un buen médico, dimitía tras hacerse público que otros altos cargos de su departamento y cuatrocientos funcionarios de la consejería y del SMS, se habían vacunado. Sus explicaciones y su petición de perdón no han sido suficientes para impedir, al margen de una crisis en el Gobierno regional, una falta de credibilidad en el sistema. Lo mismo cabe decir de la alcaldesa de Molina de Segura, Esther Clavero, una buena gestora, pero como otros alcaldes de España, se han aprovechado de su posición, o fácil acceso a la administración sanitaria para vacunarse, o la última que nos ha llegado la consejera de Sanidad del Cabildo canario de La Palma, que también se ha colado. Y como en esto de la picaresca o pillería no hay límites, también está el consejero de Sanidad de Ceuta, al que le han obligado a vacunarse, dice. Y así unos cuantos más.

Esto no es serio. En un momento de emociones intensas, con miedos acumulados, pero con unas expectativas grandísimas en la vacuna, que lleguen unos cuantos y se la pongan, sin corresponderle, en un ejercicio simple de interpretación o de jeta; es, como mínimo, inmoral.

Es un capítulo más a añadir al desencanto ciudadano con la clase política alejada de las necesidades reales de la gente. Esas necesidades se concretan de inmediato en una gestión buena y honrada de la pandemia que ponga fin a esta crisis sanitaria, social y económica. Esta última ya dura demasiado y son muchos los que se están quedando fuera, sin recursos y sin posibilidades.

El ciudadano quiere soluciones que sólo pueden llegar desde el acuerdo para este momento gravísimo que vive nuestro país. La crispación, el enfrentamiento, la cada vez más evidente bipolarización política, la prepotencia, las propuestas que sólo generan inestabilidad, la falta de alternativas le tienen harto, indignado y en algunos casos, asqueado.

La forma de gobernar, introduciendo dudas más que seguridad, con una oposición que no llega, con problemas serios que no se saben resolver, con atajos dialécticos para justificar los errores y mentiras, con ministros más atentos al independentismo que a los problemas sociales que de esta pandemia están aflorando, han provocado una desafección ciudadana, un alejamiento de los españoles de sus instituciones, en una falta de confianza en aquellos que nos representan. Piensan que todos son lo mismo y que todos van a llevársela.

Decisiones extrañas, hace años, me llevaron a alejarme de la política. Ahora he terminado en una desgana que roza la amargura.

PD. El consejero de Salud de Murcia se ha ido y, como somos gente buena y todos nos conocemos, nos queda el sabor amargo de si lo habremos hecho bien, por haber dicho públicamente que es un acto inmoral.