Mi abuela sabía quitar el mal de ojo. O eso nos hacía creer a nosotros. La mayoría de las veces aplicaba su sabiduría popular a vecinos, familiares y, sobre todo, a mi hermano que, de pequeño, a menudo, iba cabizbajo. Cuando esto ocurría, mi madre decía: «Este crío tiene mal de ojo». Esa simple frase (sujeto, verbo y predicado) activaba toda una parafernalia para dejar al chiquillo 'limpio' de las malas artes de los espíritus o similares que le estaban perjudicando.

Empezaba así un ritual que mi abuela ponía en práctica ante la atónita mirada de sus nietos, que nunca pusimos en duda que tuviera poderes para ahuyentar el mal de ojo. Llenaba un tazón con agua y prendía una mariposa (así llamaba ella a una especie de vela de cartón). Acto seguido cogía el dedo índice del afectado y empezaba a echarle aceite, que resbalaba hacia el agua formando unos círculos. Simultáneamente rezaba unas oraciones y siempre conseguía su objetivo. Que no era otro que devolver a la persona que se sometía a este método ancestral la vitalidad perdida.

Si mi abuela viviera estaría convencida de que a Murcia, y a la Región, le habían echado mal de ojo y, sin duda, se ofrecería a aplicar su remedio para que la capital y el resto pudieran volver a su vida normal. Hay varias muestras de que la capital podría estar gafada. Primero la DANA, recién iniciado este mandato. Un 'tsunami' de lluvia que se llevó por delante toda la vegetación de Murcia Río, el proyecto más importante de la factoría 'made in José Ballesta' y que hizo perder al municipio unos cuantos miles de euros.

También supuso las primeras críticas públicas de su socio de gobierno Cs, a través, de su portavoz y concejal de Fomento, Mario Gómez, que una vez pasado el temporal puso de manifiesto que todo lo hecho en las motas del Segura se había ido con la corriente. Una vez recuperados de aquello, Murcia Río ha seguido su curso no sin que Cs haya dejado de criticar a los populares hasta llegar a un punto sin retorno, en el que la confrontación es a cara de perro. Incluso existe el riesgo de que algún que otro asunto acabe en los tribunales. Y por cualquiera de las dos partes que conformaron en su día el pacto de gobierno local, ya que los populares, que estaban arrinconados en el cuadrilátero, han superado su posición de desventaja y han comenzado a contraatacar buscándole las cosquillas a Gómez.

En ese ambiente enrarecido, a principios de este año, el municipio más poblado se las prometía muy felices con Murcia Capital Gastronómica, una distinción que llenaría la localidad con olores y sabores de la mejor cocina de aquí, de allí y de todos lados. La Comunidad, al parecer, habría desembolsado cerca de 100.000 euros por hacerse con esa distinción para algún municipio de la Región. Se pensó en un primer momento en Cartagena, que desistió de organizar centenares de actos a lo largo de todo un año que no dan garantías de resultados contundentes. Una muestra de ello es que Almería fue en 2019 Capital Gastronómica sin que nos hubiéramos enterado el común de los mortales hasta después de dar el relevo a Murcia.

Sin embargo, el coronavirus ha trastocado esa capitalidad gastronómica, que fue iniciada hace bastantes semanas tirando de chequera para traer a la 'masterchef', que cobró cerca de 6.000 euros, y que ha sido mutilada de golpe con el añadido de que han sido anulados los actos primaverales que más turismo del exterior iba a reportar. Una pena entendida como mala suerte, gafe o mal de ojo. Lo único bueno (si se puede decir de esta manera) es que el alcalde ha tenido el primer fin de semana sin actos desde hace años y le han permitido ordenar su despacho y biblioteca. Él mismo ha hecho público en redes sociales que era un buen momento para hacer esa tarea. Por nadie pase.