Un 2 de marzo de 1944, este país se inventó el DNI, el documento nacional de identidad. Fue al parecer una idea e iniciativa del propio jefe del Estado, Francisco Franco, ese mismo al que acaban de desenterrar y enterrar (pero no por ese motivo). La idea de Franco se empezó a materializar en 1946. Fue el 10 de mayo de ese año cuando se convocó un concurso público en el BOE animando a los ciudadanos a que presentaran sus bocetos. ¿El premio? 30.000 pesetas que se embolsó Aquilino Rieusset Planchón, ganador de la convocatoria. El primer número, como no podía ser de otra manera en aquellos tiempos, fue el del jefe del Estado. A su mujer, Carmen Polo, se le asignó el número dos y a su hija Carmen el tres. El primer carné para un ciudadano de a pie se expidió en Valencia el 20 de marzo de 1951.

Diez años después, en 1961, se le asignaron a los futuros reyes, Juan Carlos y Sofía, los números 10 y 11. La Familia Real reservaría entonces todos los dígitos que van desde el 10 hasta el 99. Pero, pocos lo saben, la superstición hizo que se descartase el número 13. Ese sería el dígito que le habría tocado a la infanta Cristina, quien finalmente tiene el 14. El actual rey Felipe VI tiene el 15, mientras que sus hijas, las infantas Leonor y Sofía, se adjudicaron el 16 y el 17.

Dicen que las policías de todo el mundo envidian el sistema de identificación español. En Gran Bretaña hubo una dura batalla entre el Gobierno y la opinión pública a cuenta de un esquema similar, que finalmente fue a la basura. Con la incorporación de la única prueba biométrica que existía entonces, la huella digital, los DNI constituyeron, y aún constituyen una herramienta formidable de identificación. A pesar de eso, y de que teóricamente hay un solo número que identifica a los vivos y a los ya fallecidos, las duplicidades no son raras. Por eso los bases de datos piden información añadida al DNI para asegurar la unicidad del registro.

El DNI se hizo electrónico en 1996, y su chip puede leerse por un lector conectado a un ordenador o a una tablet. No he conocido nunca nadie que utilizara ese artilugio, y lo que impera actualmente es la firma digital, que utiliza otros procedimientos.

El DNI es sin duda un invento muy práctico. De hecho, su uso continuado desde la dictadura franquista hasta la democracia, sin solución de continuidad, demuestra que la mera facultad de identificar a un ciudadano, previamente registrado en una base de datos, es algo políticamente neutro. La policía franquista utilizaba esa facultad para reprimir, la policía democrática la utiliza para proteger los derechos individuales. Esto nos remite a la cuestión: ¿es la privacidad un bien absoluto, que debe ser preservado en toda circunstancia, o tiene un mero carácter instrumental y su bondad o maldad derivará de lo que se haga con ella?

Que la privacidad está sobrevalorada es un tópico en la cultura de Silicon Valley. Las grandes empresas tecnológicas que allí residen, aprendieron hace bastante tiempo que, a pesar de las proclamas de los activistas de la privacidad, la gente común no tiene ningún inconveniente en cederla a cambio de un plato de lentejas, o lo que es lo mismo, información útil y entretenimiento gratuito. Los Google, Facebook y Amazon (Apple pretende ser un grupo aparte en este aspecto, probablemente porque su modelo de negocio es diferente), descubrieron hace tiempo que pueden manejar la identidad del usuario de una forma sutil, a través de las cookies y de un proceso que ellos llaman de 'anonimización', que es algo parecido a otorgar un número de DNI a cada usuario para que no parezca que en sus bases de datos figura información demasiado personal. De esta forma, pueden hacer 'remarketing' aprovechando las famosas cookies, que las páginas web nos hacen aceptar cada vez (lo que hacemos cada vez de forma cansina) sin que infrinjan la ley de protección de datos. El intrusismo de Google acerca de nuestra información personal llega al extremo de acceder a los contenidos de nuestros correos electrónicos para conocer lo que nos interesa y actuar en consecuencia. Aparentemente son cosas útiles, como añadir un evento a nuestro calendario. Otros usos, por el contrario quedan ocultos a nuestro conocimiento.

Google, Facebook y Amazon nos conocen mejor que nuestra madre. Lo que sucede es que utilizan ese conocimiento para enseñarnos información, anuncios y recomendaciones, que nos van a interesar mucho más que en un sistema completamente ciego a nuestras preferencias personales como sucede en medios convencionales como la prensa, la radio y la televisión. Estos monstruos se sirven de la publicidad para alimentar su negocio, pero una publicidad mucho más dirigida a nuestros intereses, como sucede cuando Google nos presenta enlaces de pago simultáneamente con los resultados orgánicos de nuestra búsqueda.

Todo el mundo quiere saber quiénes somos para conocer lo que hacemos. Cada vez que voy a un hotel y me obligan a presentar el DNI, me pregunto quien carajo y porqué quiere saber que me alojo esa noche en ese hotel. Al mismo tiempo me pregunto por qué tengo que hace un striptease cada vez que viajo en avión, si por el pasaporte o el DNI pueden saber que soy un ciudadano probo que pago mis impuestos y no soy sospechoso de veleidades jihadistas.

Que la privacidad no es buena ni mala sino que depende de lo que se haga con ella, lo demuestran los dos sistemas de identificación que usa la China y la India en la actualidad. Los chinos han instaurado una especie de carnet de puntos para todos los ciudadanos, que determinará si han de ser premiados por su comportamiento social. De momento no se habla de castigos por mal comportamiento, pero nadie duda de que acabarán llegando. Es la forma que ha encontrado el oscuro y perverso régimen dictatorial de Pekin para ejercer un mayor control sobre el comportamiento de sus ciudadanos. Por el contrario, la India ha instaurado un sistema de identificación biométrico llamado 'aadahar', que abarca en este momento a mil millones de sus ciudadanos con el fin de facilitar el acceso a los microcréditos bancarios y a las subvenciones públicas a los más desfavorecidos entre ellos.

Lo cual demuestra que el invento de Franco, para bien o para mal, se adelantó a su tiempo. Tanto que los independentistas catalanes y vascos suspiran por tener sus propios DNI. Algo tendrá el agua cuando la bendicen.