Ojo: quieren vendernos una moto. La engañifa es la siguiente: no es hora de pedir responsabilidades por la situación del Mar Menor sino de mirar hacia el futuro, y ahora sí que sí que vamos a ponernos a trabajar. Y a continuación: todos juntos en unión defendiendo la bandera de la santa tradición. Y para abonar el terreno nos sale la portavoz del Gobierno, Ana Martínez Vidal (Cs), copia y pega de Javier Celdrán, consejero de Presidencia (PP): «El Mar Menor ha sido víctima de 'cierta dejadez' por parte de todas las Administraciones». Esta frase intenta pasar por un gesto de autocrítica, que ya iba haciendo falta. Pero es un gesto falso, porque la frase no es completa.

Primero: no ha habido 'cierta dejadez', sino una actuación decidida contra el Mar Menor, oídos sordos a todos los avisos, estigmatización de las denuncias, impulso legislativo en favor de los agresores y derogación sistemática de cualquier norma de protección o regulación racional. Dejadez es un término piadoso y exculpatorio.

Y segundo: ese 'todas las Administraciones' es sobrante. Algunas más que otras. Una, especialmente, la del PP, es la que aparece como máxima responsable en el historial legislativo, parlamentario y legislativo, con su consecuente representación gráfica en la hemeroteca y la tuiteca, plagadas de un desparpajo triunfal y retador contra la realidad.

Ni dejadez ni corresponsabilidad. El PP viene gobernando esta Región desde hace veinticinco años y dispone, desde el principio, de todas las competencias sobre medioambiente. No hay excusa.

Pero dicen que la situación es de tanta urgencia que no debiéramos detenernos en lo que ha ocurrido hasta ahora, sino en lo que hay que hacer a partir de este momento. ¿Ah, sí? ¿Y vamos a dejar en manos de quien ha provocado el incendio la tarea de apagarlo? Quien crea el problema es el que viene a resolverlo. Qué consolador.

La exigencia de responsabilidades políticas no es algo prescindible o aplazable, sino la primera medida para resolver el problema. Hay que quitar el Mar Menor de las manos de quienes se lo han cargado, pues esta acción criminal contra el patrimonio ecológico no se ha producido por descuido o por una errónea previsión de prioridades. Es bien evidente que se ha hecho para favorecer intereses económicos con traducción electoral a costa de un ecosistema que parecía soportarlo todo. Aquí nada es inocente. ¿Dejadez? Dejadez muy calculada en todo caso. Una dejadez activa, cómplice, delictiva, depredadora. Y advertida y denunciada sin consecuencias.

Un lema no escrito es: quien contamina, paga. De él deriva la legislación sobre medioambiente. Un principio elemental que, sin embargo, está siendo obviado en este caso. A usted le pueden multar por fumar en un bar o por tirar un envase de plástico al río. Pero a quienes han contaminado con nitratos las aguas del Mar Menor no se les espera en la lista de los reclamos. Y menos a los políticos que desde el poder lo han permitido y alentado, en el supuesto de que el voto es para hoy y la contaminación letal para mañana, y el que venga detrás, que arree. Qué gracia: el que venía detrás era también el PP, ahora con barba.

Pretendían que la ministra del ramo, como última esperanza, hubiera venido a Murcia con el bolso lleno de billetes para sacarnos del caos que la Administración autonómica ha creado durante los últimos veinticinco años. Al final, que el Estado, que somos todos, se encargue de los gastos, como si la contaminación del Mar Menor fuera resultado de un fenómeno atmosférico y no de un ataque mortal consentido desde el Gobierno autonómico. A los que se han forrado con la agricultura intensiva y el urbanismo desaforado ¿nos les correspondería pagar la principal parte? Y los que políticamente se han beneficiado de este crimen a largo plazo ¿no van a asumir ninguna responsabilidad? Los ciudadanos pagan doblemente: por la destrucción del ecosistema y por su recuperación, mientras la pasta contante y sonante queda en manos de los depredadores beneficiados de la 'dejadez activa', y los votos consecuentes por no acometer 'medidas impopulares' en las de quienes ahora lloran por la unidad de acción hacia el futuro. Una jugada perfecta.

Y nos siguen intentando engañar. Como en la manifestación de ayer. La mayoría de quienes acudieron a la convocatoria es seguro que no percibían que se trataba de un ingenio para dispersar responsabilidades y proyectar el foco en el conjunto de las Administraciones cuando la máxima responsable es la autonómica. Y también, para intentar disminuir la convocatoria de la manifestación del día 30 en Cartagena, convocada por los agentes que han venido advirtiendo sobre el desastre con anterioridad a la mortandad de los especies marinas.

¿Dejadez? No. Los irresponsables son los responsables. Y aquí solo pagan los mismos y solo dimiten los peces.