La composición del Gobierno de Pedro Sánchez ha sorprendido a propios y a extraños, pero lo fundamental no ha sido la sorpresa, sino el impacto que ha producido la calidad del grupo de mujeres y hombres que lo componen. Hasta los medios de comunicación más afines al PP han tenido que admitir que los más son gente buena y preparada, y, de los otros, de los más mediáticos, también hay una impresión positiva. Solo algún pelmazo como Rafael Hernando ha dicho idioteces como que «este Gobierno es una vuelta al pasado», pero en general se ha apreciado buen tino en la composición de este grupo de ministras y ministros.

Lo primero que muchos se han preguntado es por qué estas personas y no otras. ¿Cómo han sido escogidos estos seres humanos si, hace una semana, Pedro Sánchez no tenía la menor idea de que iba a ser presidente de Gobierno?, ¿Se puede hacer algo así en tres días? Habría que imaginarse al presidente en un despacho tratando de recordar aquella noche que conoció a Pedro Duque en una cena y estuvieron hablando de ciencia, pero estoy seguro de que no es así como se ha llevado a cabo esta selección. Me huele a que, desde hace tiempo, se está contando con estas personas a la hora de elaborar criterios de actuación en los distintos campos; que se les ha consultado en otras ocasiones sobre los temas de su especialidad, y que, al llegar esta hora de hacer un Gobierno, Sánchez les ha ofrecido los ministerios.

En cualquier caso viene de antiguo esta idea de hacer Gobiernos componiéndolos con militantes del partido correspondiente, pero también contando con personas de prestigio, a veces incluso con ideologías diferentes a la suya. Aquí en Murcia se ha dado esta circunstancia en varias ocasiones, sobre todo en los primeros Gobiernos regionales y en algunos municipales. Recuerdo perfectamente un gobierno municipal de Cartagena con varios independientes, y también alguno de la Región con consejeros sin afiliación política, o con una diferente, y que dieron un magnífico juego. Algunos de ellos acabaron militando, pero otros se fueron de la política tan independientes como habían llegado a ella.

Desde luego, se ve extraño tanto acierto en la selección del personal que ha prometido estos días, aunque vete tú a saber cómo funcionarán cuando comiencen su andadura, pero, sobre el papel, es que son lo más indicado, oiga. Cuando, además, estábamos acostumbrados a gente ya que más quemada imposible. El Señor me perdone, pero es que a Fátima Báñez yo ya no podía ni verla, pongo por ejemplo. Me encendía con ese cinismo tan suyo para largarnos píldoras envenenadas sobre el bienestar que todos íbamos a disfrutar de un momento a otro a lo largo de la crisis. Qué gusto que se haya ido.

Y luego está lo de las 11 mujeres, que es sencillamente estupendo. Está claro que Sánchez ni siquiera se ha planteado la paridad, sino que ha ido buscando la persona que le parecía mejor para cada puesto y ha dado la casualidad de que encontraba mujeres en vez de hombres que le cuadraran, y las ha elegido. Ya nadie podrá decir eso que se ha comentado tanto en algunas elecciones cuando veías un nombre de mujer que no entendías por qué estaba allí y alguien comentaba: «Está para cumplir con el cupo». Eso aquí no se ha dado en absoluto. Ni paridades, ni leches: la, o el, mejor para cada puesto.

Hay que desear, por nuestro propio bien, que Pedro Sánchez haya acertado con los nombres. Ya hemos visto alguna encuesta que dice que este Gobierno ha creado una cierta ilusión en una parte importante de la sociedad española, así que, démosles un poco de tiempo y a ver qué pasa.