La verdad es que da que pensar. Que inventes algo cojonudo, no sé, el autogiro por ejemplo, termines falleciendo (cosa normal, ley de vida) y que desde la tumba veas que le ponen tu nombre a un aeropuerto que es la risa, no debe dar gusto, no. Creo que Juan de la Cierva se merece algo mejor y sus familiares no deben estar muy contentos. Esto no es el JFK, no. Es un aeropuerto que ha salido en medios nacionales como ejemplo de lo que no se debe hacer. Como el de Ciudad Real o el de Castellón, o aquel de Huesca que en un mes de noviembre alcanzó la friolera de ocho pasajeros. El aeropuerto de Corvera es un fiasco. No vamos a entrar en cómo a nadie se le ocurrió hacer un mínimo estudio de mercado que hiciera vislumbrar que aquello era una locura, ni en los motivos por lo que se construyó. Ni sé de quién eran los terrenos ni me importa la empresa constructora (que sí la conocemos) ni quiero conocer quién debía dar los permisos. Pero una vez hecha la gamba, ¿qué necesidad hay de ponerle el nombre de un difunto que fue un tipo reconocido y que no puede defenderse? Si le hubieran dado a elegir, igual Juan de la Cierva hubiera preferido que no, que su nombre no fuera asociado a una de las etapas más tristes de nuestra historia reciente, cuando a esta gente se le fue la pinza y nos llevó a la ruina. Un aeropuerto sin aviones. No sé, quizá sería mejor haberlo llamado Tío Pencho, Phantom Airport, Achopijo o Paparajote, puestos ya al esperpento, pues de perdidos al río, ¿no?

Abrazote chillao.