Apenas queda un mes para que se celebre el Festival de Eurovisión de 2017 en Kiev y todavía no queda claro si la cantante rusa podrá participar. El gobierno ucraniano tiene en la lista negra a Julia Samóylova, ya que entró «ilegalmente» en el país cuando actuó en Crimea tras la anexión rusa, y no le permite por ley pisar tierras ucranianas. Desde la negativa del país organizador se han sucedido los intentos de arreglar el desaguisado. La Unión Europea de Radiodifusión (UER) propuso que se retrasase el veto a después del Festival o que incluso Julia actuara desde Rusia y luego se hiciese un corta y pega en la gala, pero ninguna propuesta ha cuajado. Por su parte, Ucrania ofrece la posibilidad de que cambien el cantante, es decir, que vaya otra persona que no esté vetada a interpretar la canción rusa. En esta polémica son muchos los países participantes los que están condenando a Ucrania por su actitud, algunos proponen una sanción o incluso que otra nación organice el festival contrarreloj este año. Pero aquí no hay buenos y malos. Rusia sabía que Julia estaba vetada y que no iba a poder actuar en Ucrania y, aun así, ha tensando la cuerda cuando podía haber escogido de primeras a un artista que no presentase problemas. Y es que, los rusos ya avisaron de que iban a boicotear Eurovisión y quizá esta sea su manera de hacerlo. Y, aunque no sabemos qué pasará finalmente, follón están dando tanto unos como otros, y la peor parte se la esta llevando la propia cantante rusa, que está encarnando los problemas que arrastran estas dos naciones. Pues nada, que nos sigan diciendo que Eurovisión no es política.