Me sonrío por la dulce respuesta, en conversación teléfónica, a mi pregunta «¿cómo estás?» a Pedro Antonio Sánchez, presidente de la Comunidad Autónoma. Dos palabras que le definen bien, aun sentado en el potro de tortura a la que está siendo sometido. Sereno en su estilo, confiado en su capacidad de compromiso, en su honestidad, en la verdad y en las razones de su conductas políticas y administrativas. A pesar de los gritos desaforados del foro y de las obsesiones en trámites jurídicos o políticos que quieren convertir un grano de arena en una montaña sin tener más cosa en cuenta que la necesidad de la oposición de pisar el sembrado sin miramientos de cosecha; sin verdaderas razones para el acoso e intento de derribo, sin esconder rabias y frustraciones de carácter personal que les delatan sin remedio y que, a los ciudadanos en general, nos importan bastante poco. La actitud del presidente no deja margen a ningún abandono de sus responsabilidad, está más activo que nunca, más en la necesidad de seguir tirando del carro de los grandes retos que plantea nuestra Comunidad; sabe bien que el rechazo que produce en sus adversarios es una cuestión histérica a acausa de su valencia personal y política; esto lo sabemos bien quiénes le conocemos.

Pensaba, realmente, que no sería necesario escribir este artículo, firmemente afirmado en mi creencia absoluta de inocencia del presidente en los hechos 'corruptos' en los que le investigan con ardor inusitado, los cargos que han de guardar por los intereses generales y hacer justicia. Palabra que altera el ánimo de cualquiera si nos adentramos en el vértigo que vive un país desquiciado. Página a página, imagen a imagen de todos los medios.

A los silenciosos creo nos ha llegado el momento de decir con un tono respetuoso, pero muy claro, lo que pensamos de este pretendido linchamiento sin rendimiento político más allá del brindis por el éxito del empecinamiento. Y esa es la razón por la cual escribo lo que creía innecesario; porque es una obviedad que el relato jurídico de los hechos está pleno de sinrazones, de alocada persecuición sin sentido, de mala fe, incluso. Algunos, que no militamos, estamos instalados en la repugnacia política.

Casi beatíficamente, Pedro Antonio Sánchez cree en la Justicia y no cesa en su sonrisa y en el ánimo que da a sus colaboradores indicándoles la necesidad de seguir en el amor indefectible a la región y a sus gentes. De continuar en el esfuerzo. Tengo la sensación de que no le harán caer voluntariamente porque sería admitir razones inexistentes; por dignidad en lo personal, por personalidad y responsabilidad en lo político. La Región tiene un gran presidente, un hombre brillante con vocación insuperable de servicio público; sería una pena que no se aprovecharan sus condiciones en un futuro; es un garante de nuestro progreso en lo colectivo.