Adolfo Suárez (sí, sí, el héroe de la Transición) lo echaron del Gobierno y del partido que él mismo fundó, UCD, y al poco, con cuatro mataos, se lanzó a los campos y estepas de España para promover un nuevo cacharro político, el CDS. No se fue muy arriba, pero en Murcia colocó a tres diputados en la Asamblea Regional, en los tiempos en que todo se sustentaba en el bipartidismo corregido (PSOE, PP e IU) y a cuatro concejales en el ayuntamiento de Murcia, poco importa ahora si bien avenidos. Lo habían dado por muerto, pero estaba tomando cañas.

No sé si a estas horas podría decirse lo mismo de Pedro Sánchez. Está más solo que la una, su incondicionales del ´no es es no´ son hoy los relatores de las ventajas del ´sí es sí´, y sus partidarios de hace un rato se van escabullendo a rincones más confortables. Lo llaman rehubicación. El muchacho anda perplejo desde que sus adversarios casi le dieron el sorpasso y, los propios, el sopapo, y ha empezado por incumplir su primera promesa desde que fue confinado al Hades, aquello de recorrer España al volante de su coche para chocarse la cara con cada uno de los militantes.

Sánchez está muerto, pero no enterrado. Es la razón por la que han programado el congreso del PSOE al borde del verano, despreciando el riesgo de que un partido que aspira a gobernar permanezca un año entero sin liderazgo, en brazos del enjuto y tan sensato como inane Javier Fernández. Toda prudencia es poca, de manera que se han dado hasta junio para que Sánchez no levante cabeza. Es verdad que el tipo no es muy espabilado, pero dispone de un patrimonio emocional entre las bases verdaderamente peligroso para la futura estabilidad del establecimiento socialista. Bastaría con que, en efecto, se echara a la carretera para que la militancia, tan desconsiderada en las conspiraciones de mesa camilla, viera en el lobo solitario la posibilidad de castigar al aparato en su doble vertiente susanista y patxista. El victimismo pedrista, tan bien sustentado en hechos, es una espoleta para poner al militante, desencantado y frustrado por las maniobras en las alturas, en pie de guerra. Y más cuando las alternativas son poco estimulantes: Susana sólo gusta a otros dirigentes que desearían estar en la situación de Susana, y es tan decadente que arrastra a Felipe y sus puertas giratorias, a Rubalcaba y sus alcantarillas y faisanes, y a Zapatero y sus tontadas. ¿Es esta la ruta del siglo XXI? Por su parte, Patxi es un tipo querido y respetado, pero por el ayer, y con la vitola de partido viejo, un tipo al que nadie esperaba para poner al día a una organización agostada y superada, en tan delicada situación que hasta parece un milagro que sea él quien tenga que venir a rescatarla, o al revés, que en el fondo sea el PSOE, agónico, el que venga a rescatar a Patxi.

En este dilema, el soldado Sánchez, una especie de sargento Gorila decidido a mantener batalla una vez perdida la guerra, podría resultar hasta sexi. Un hombre solo contra un mundo hostil en tiempos de volatilidad y deserciones. ¿Quién no querría invitarlo a tomar un café con leche? Ojo, que el efecto Borrell no es nominal, sino que puede reproducirse en cualquier momento con otro nombre. El lobo solitario que baja de la sierra en noches de luna oscura a inquietar al rebaño es un clásico. Por eso sólo queda saber cómo van a proteger a las ovejas, es decir, el truco para que el voto de la militancia se dirija a quien se tiene que dirigir. Pero escuchen la última declaración de Sánchez:

„Auuuuu...