Miles de personas víctimas de la epidemia del ébola; casi 150 universitarios asesinados en un ataque islamista; mujeres secuestradas y violadas; práctica de la ablación; millones de huérfanos; países gobernados por la misma familia desde hace años, gente con las barrigas llenas mientras sus súbditos mueren de hambre... África, tan cerca y, a la vez, tan lejos. Pero parece que ya nada escandaliza, los titulares ya no revuelven las tripas. Pero sí que hay movilización cuando a Cecil, uno de los leones más queridos y conocidos de África, lo han matado. No diré que no me dé pena, además, me considero una amante de los animales y lo ocurrido con este ejemplar es totalmente condenable. Pero, lo siento, no se puede consentir que las lágrimas por un león tapen las derramadas a diario por seres humanos en este continente. Luego está lo rápida que tenemos la lengua: «Español tenía que ser?», en referencia al autor de la muerte de Cecil. Pues resulta que no, que el sinvergüenza que pagó 50.000 euros por acabar con la vida del León es un dentista americano.