Si en las elecciones de 2011 Rajoy hubiera prometido que al final de su mandato la economía española crecería casi al 3%, crearía medio millón de empleos al año y España colocaría deuda en los mercados al 0 de interés, habríamos pensado que se había fumado un canuto. Cosa distinta es el reparto del peso de la crisis, que ha abierto una odiosa brecha de desigualdad en la sociedad española, cambiando en sentido regresivo el modelo de distribución social anterior a la crisis. La conclusión es que el centro izquierda tiene buenas razones para propugnar un cambio de política, pero el centro derecha no. Aunque se reprocha a Rajoy que no ha sabido vender bien su política, la crisis es una mercancía para la que nunca hay comprador. El verdadero punto débil de Rajoy es la corrupción extendida en su partido, que no ha querido, sabido o podido cortar. Pero sus oponentes internos tampoco.