En este mundo moderno hemos perdido los referentes a los que representaban muchas palabras, por lo que en tantas ocasiones se nos ha oscurecido su significado, y aún antes habíamos perdido la noción de su origen, por todo lo cual, entre unos y otros, las hemos ido abandonando. Eso es lo que pasó con varraquera „para cultos, verraquera, que, sin perdón, así se dice„, que en un principio designaba el gruñido fuerte y continuado que emite el verraco „para la gente llana, varraco„ como signo de enfado o de celo. Pero muy pronto alguien apreció una relación muy evidente entre los bufidos desgarrados y desagradables del cerdo semental y el lloro rabioso, estentóreo y obstinado del niño malcriado que expresa su berrinche y su rabieta con muecas desaforadas y una llantera ruidosa e incontenible, que exagera hasta el paroxismo en una dramatización que, lejos de disminuir, se acentúa con el consuelo de los mayores y que todo el mundo sabe que no tendrá fin hasta que el nene consiga su propósito. Y mientras tanto, todos haciéndose cruces de ver la varraquera que ha cogido la criatura.