Si todo es como está previsto, a final de esta mañana un tipo importante pero poco conocido recibirá un premio tampoco muy conocido pero también muy importante. Se trata, en la parte que entrega el premio con motivo de la celebración de unas jornadas ambientales, del Colegio Oficial de Abogados y la Universidad de Murcia, y en la parte que lo recibe, de Benito Abellán.

El premio a Benito es algo así como el reconocimiento a toda una vida de trabajo por el río Segura y la naturaleza murciana. Ahí es nada. Suenan bien esas palabras así todas juntas. El caso es que está muy bien este reconocimiento, aunque para quienes le conocen sobran los premios a Benito para calificar una trayectoria profesional completa.

Benito Abellán es de esos extraños y entrañables tipos que allá dónde haya estado ha marcado su impronta. Desde sus inicios como bombero a su dilatado cometido como agente forestal del Servicio de Medio Ambiente del ayuntamiento de Murcia, pasando por su faena como guardia de la Acequia Mayor de Aljufía y Barreras y de miembro del Consejo de Hombres Buenos de la Huerta de Murcia, Benito ha trasmitido conocimiento y, sobre todo, bonhomía y calidez humana a todos cuantos le rodeaban.

Quienes le hemos conocido principalmente en su función de conservación de la naturaleza en el Majal Blanco y otras áreas protegidas del municipio de Murcia somos testigos de con qué naturalidad y espíritu generoso ha llevado adelante su experiencia en el cuidado de estos espacios hasta su reciente jubilación. También la Contraparada, ese lugar emblemático del río Segura donde hunde sus raíces la historia de la huerta murciana (que es lo mismo que decir que la historia y la cultura de la Murcia misma), es un sitio sin secretos para Benito Abellán, orgulloso de haber recibido de su padre, y de trasmitir a sus hijos, la experiencia integral sobre cómo las aguas hacen milagros en la naturaleza y la agricultura.

Más que una persona, Benito Abellán es todo un personaje. Carismático y rodeado de una carismática familia que, a pesar de un dolorosísimo hueco, forma una saga entrañable e irrepetible. Benito es, además, según experiencia propia, una persona de la que decir lo mejor que se puede decir de una persona. A saber, que es una buena persona. Esa creo yo es la principal cualidad que hace merecedor a cualquiera de cualquier reconocimiento, sean estos institucionales o, más importantes, los que procedan de su entorno humano.

En el campo, en el monte, hay y ha habido una buena colección de personas que, aunque de forma poco protagonista, han sido responsables de buena parte de los méritos, mayores o menores, que pueda tener la conservación de la naturaleza murciana. Agentes forestales, guardas fluviales o miembros del Seprona, son la fuerza de choque sobre el terreno de lo que la sociedad quiera hacer con la naturaleza y su conservación. Son grupos, cuerpos, y personas imprescindibles que además frecuentemente atesoran, como en el caso de Benito Abellán, un conocimiento ecológico que no por poco académico es menos profundo.