Hay que cargarse el sistema! ¿Estos políticos son unos corruptos! ¡Abajo la historia! ¡Quememos los libros y que viva el populismo! Estos y otros gritos parecidos son los que, en estos momentos, desenfundan la ´nueva´ casta política, o sea, Podemos y sus amigos (eso creen ellos), la brigada anticorrupción y antivicio que, en sus editoriales y comentarios, ya venían denunciando y profetizando esta podredumbre socio-política que vive este país. Pero no se les hizo caso.

Y, yo añado, ahora, ¡menos mal que muchos no les hicimos caso, porque nos dan miedo! A esos oportunistas desmemoriados yo quisiera recordarles lo que, infinitamente argumentado, dijo Cicerón: «Los pueblos que olvidan su historia están obligados a repetirla». Y me permito, desde la atalaya que te otorga el tiempo y la experiencia, sintetizar un poco de la vida de esta España nuestra. Somos el lugar de Europa que más guerras civiles ha tenido en menos de dos siglos, con cerca de doscientos pronunciamientos o intentos de golpes de Estado. Desde 1812, con la proclamación de la Constitución en Cádiz, España sufrió en sus tierras tres guerras carlistas, con 400.000 muertos, la rebelión cantonal, aplastada sin piedad por el Ejército; en ultramar, la pérdida de las últimas colonias, para finalizar esa etapa ya en el nuevo siglo en la contienda sangrienta que más ha desgarrado a una sociedad, la Guerra Civil con el balance aproximado de 700.000 muertos, familias rotas, mujeres y hombres ajusticiados, un aislamiento internacional y un silencio negro y espeso desplegado sobre todo el suelo hispano.

Y en ese paisaje desolado estuvo este país durante casi cuarenta años, hasta que una bocanada de aire fuerte y limpio empezó a despejar aquel ambiente sombrío. El ciclo de la vida marcaba el final de un régimen y se abría una esperanza. Mujeres y hombres, muchos de ellos desaparecidos, comenzaron a construir lo que eso sí era una España nueva, lejos de los rencores, los odios y ahuyentando el terror de la dictadura. No fue fácil. La ilusión de la inmensa mayoría lo hizo posible, liderados por grandes políticos, hoy desgraciadamente en vías de extinción,

Yo fui testigo, en 1973, en Madrid, de aquellos movimientos, revueltas y manifestaciones por la libertad. Viví y lloré con las últimas ejecuciones de los condenados a muerte por el régimen del general Franco. Me solidaricé con los estudiantes y obreros que iban a parar a la cárcel defendiendo sus ideales, que eran los ideales del pueblo español. También participé, con miedo, desde la Universidad Complutense, en ese gran cambio que se aproximaba. Y como espectador, vi en 1975, como con la muerte de Franco se oficializan los encuentros de aquellos grandes políticos llegados de todas las ideologías para poner en marcha la democracia, un sistema tan eficaz que, hasta 2015, o sea, en cuarenta años, ningún otro movimiento en España ha logrado niveles tan grandes de paz, de prosperidad y de bienestar.

Los años 80 y 90 también fueron duros económicamente y con mucha inestabilidad política. Como ciudadano y profesional, sufrí aquellos inicios de la España de las Autonomías. Recuerdo a mi Región protagonizando aquellas locuras que promovía el primer presidente autonómico, Andrés Hernández Ros, quien en su búsqueda de la paz mundial, intentó un encuentro entre los máximos mandatarios del mundo (la URSS y Estados Unidos) bajo el «siempre buen argumento de un arroz» o el intento de soborno de dos periodistas para dejar tranquilo al incipiente Gobierno regional. Unos vaivenes políticos que sacaban de quicio a cualquiera y que continuaron con el nuevo presidente de la Comunidad, Carlos Collado, al que apuñalaron sus propios compañeros€ Interminable.

Pero no siempre fue así ni en esta Región, ni en España. También en esa época tuvimos líderes de todos los colores con mucha talla que buscaron la convivencia, los pactos entre ellos y los acuerdos con las organizaciones sociales, sindicales y empresariales. Su categoría humana y política les llevaba a dejar en el Congreso de los Diputados sus diferencias, y salir todos juntos para emprender la vuelta de fin de semana a sus lugares de origen, con parada y comida en La Rana Verde, de Aranjuez, donde se podía observar al entrañable veterano político del PP José Joaquín Peñarrubia con su inseparable compañero socialista Jorge Novella, que, con otros parlamentarios de ese momento o de antes, supieron superar barreras para endurecer un sistema que nacía muy débil y que se fue fortaleciendo, hasta llegar este momento, que se ha convertido en uno de los más amargos de la vida de nuestro país por culpa de la ambición y codicia de aquellos en los que, alguna vez, confiamos.

El paro, la corrupción política y empresarial, la crisis económica, el desencanto, el malestar general, el cabreo€ predominan en la sociedad actual. Un terreno abonado para la aparición de una serie de advenedizos y aprovechados de ese enfado humano y comprensible para autoproclamarse ´los salvadores de la patria´.

A esta nueva ´casta´ le ruego que repase la reciente historia de España, sobre todo que analicen cómo se hizo el cambio de una dictadura a una democracia. Que se metan en los archivos y lean en las hemerotecas las convulsiones que han agitado la vida de este país y la forma en que se han superado esas diferencias. Que pregunten a quienes, como escribió Claudia Florentín, «en sus cabezas blanqueadas por los años se ve un tiempo de tiempos vividos».

Y les pediría que retomen la vía constitucional, porque sus mensajes provocan miedo por la insensatez de sus propuestas. Y a mí me da miedo Podemos, o mejor, sus dirigentes, en su mayoría, engreídos, prepotentes y soberbios que, desde su sillón académico, juegan con el hambre, la miseria y la desgracia de los ciudadanos para alcanzar el mando. Sí, me dan miedo porque, bajo el engaño de buscar una España parecida a los países nórdicos, tienen un referente venezolano que sólo ha traído pobreza a aquellas tierras. Y me dan miedo porque su populismo encaja en la definición que hace de este movimiento otro profesor de Ciencias Políticas, José Ignacio Torreblanca: «Al mostrarse paternalistas que no reconocen mediaciones organizativas o institucionales, que hablan en nombre del pueblo y donde los seguidores están convencidos de sus cualidades extraordinarias y creen que, gracias a ellos, a los métodos redistributivos y al intercambio clientelar que tienen con el líder conseguirán mejorar su situación personal o la de su entorno».

Otra petición a los dirigentes de Podemos: dejad de utilizar los problemas de los pobres para lograr vuestras ambiciones políticas.

Termino con los versos de Antonio Machado: «Españolito que vienes/ al mundo te guarde Dios/ una de las dos Españas/ ha de helarte el corazón».