A ver si en la segunda lectura del ejemplar de Charlie posterior al atentado terrorista encuentro algo de incitación al odio. En la primera, nada. ¿Estará el odio en alguna frase a las que no alcanza mi francés de bachiller antiguo, tebeos viejos y estancias fugaces? Si a veces se te escapa el odio en casa o en el trabajo „lo tienes al lado y no te das cuenta„ puede que no lo reconozcas en una revista de sátira política a la que vas a sorprenderte, reírte y darte cuenta de cosas en las que andabas despistado, odio incluido.

El número de Charlie posterior a la matanza yihadista alcanzará los siete millones de ejemplares de compra curiosa, solidaria, plebiscitaria o fetichista. La lectura superará en mucho esa cifra por la rotación de cada ejemplar y la distribución del semanario en imagen (archivo pdf) por la red, buzoneado masiva y electrónicamente. Millones de personas podrán enterarse de lo que es la militancia laica y, si están atentos y comparan con lo que se está publicando en los medios convencionales, notarán que hay menos odio y negación de Dios que en la columnas y declaraciones de los proselitistas habituales que no son Charlie. Los laicos no niegan nada: buscan para Dios un lugar discreto fuera de las instituciones que rigen a creyentes y no creyentes. Los ateos sólo niegan a un Dios: Dios no existe. Los creyentes en cualquiera de los tres monoteísmos del Mediterráneo niegan al menos a dos, a todo Dios que no sea el suyo, algunos con la hostilidad de la competencia a la que se ha descontado la razón. El odio está en ellos, se nota en su trémolo a los que reniegan del buenismo para vocear su maldad y a los frontalizados que piden dejarse de complejos.

Como sea, el mensaje laico de Charlie llega con una difusión millonaria, propia de las confesiones religiosas, inimaginable sin odio religioso. A ver a quién le pica el odio al leerla. Si estás sano no incita ni a meterme con la mamá del papa.