Lo que voy a decir no gustará a según quién. Correré el riesgo. Cuando termine el año, las cuentas de la llamada violencia doméstica o de género habrán registrado un incremento del número de víctimas entre apreciable y preocupante. Lo primero que tengo que decir es que, en esas listas, ni están todos lo que son ni son todos los que están. Por ejemplo, no creo que figure el chico al que la novia le disparó porque quería abandonarla, ni el homosexual que golpeó a su marido hasta la muerte porque le ponía los cuernos, quizás sí el padre que mató a sus hijos porque eran suyos, pero no la madre que hizo lo propio „síndrome Medea„ porque iban a dejarla por otra más joven ¿Y el que golpeó a la abuela hasta matarla porque no quería darle sus ahorros?

Estas razones son como las cerezas, una tiran de otras y se lían solas. Y todo por no aclarar las cosas desde el principio: la violencia de género es una aborrecible práctica derivada de las ideologías patriarcales, es decir de la idiota convicción acerca de la supuesta inferioridad de la mujer y de la necesidad de encauzarla y aplicarle correctivos. Ninguno de esos sujetos llega al homicidio de repente: suele ir precedido de un rosario de maltratos, humillaciones, desprecios y golpes. Para dar con el antibiótico hay que conocer la naturaleza del germen.

El hombre „o la mujer„ que trata bien a su pareja, incluso amorosamente, y que un día, por una flagrante infidelidad, cruce de cables o temor invencible recurre a la pistola o el cuchillo, no es un maltratador. Un homicida sí, desde luego, y sólo a los juristas les corresponde establecer si hay en sus actos algún atenuante o todo lo contrario. Crímenes que antes se llamaban ´pasionales´, denominación, dentro de su vaguedad, mucho menos engañosa que ´violencia de género´. Me refiero, claro, sólo a los casos en que no existe historial de maltrato a la mujer. Por otra parte no hay mejor política contra la violencia doméstica que las oportunidades laborales, la dotación de los juzgados y los refugios y medios para las maltratadas. El resto es literatura doctrinal.