Decía hace poco refiriéndose a sí misma pero en tercera persona que «cuando Sonia Castedo hace algo, lo hace cuando le apetece y sin avisar», una frase que dice mucho del carácter impulsivo de la mujer que ha estado al frente de Alicante durante más de seis años y que el pasado martes, efectivamente, se largó sin avisar. Bueno, avisando a sus amigos y seguidores por su muro de Facebook, consciente, claro, de que su decisión iba a conocerse en cuestión de minutos, pero ignorando a los miles de votantes que han confiado en ella y que merecían al menos verla dar la cara. Es la misma Castedo que ha salido en todos los medios nacionales y que ha sido vapuleada por los programas satíricos por sus actitudes chulescas con aquello del «Manolete, Manolete....» dirigido al PSOE o del «este cadáver huele mejor que usted» en una respuesta al portavoz de IU en un pleno, una alcaldesa con una imagen prepotente y altanera que no se corresponde con la que ofrece en las distancias cortas y que la ha llevado a tener a cientos de personas rendidas a sus pies actuando en ocasiones como fans más que como votantes o simpatizantes.

Y es que, en el cara a cara, en Sonia Castedo aún se puede ver a la chica de 25 años que en 1995 entró a trabajar como soporte técnico en el gabinete de Prensa del Ayuntamiento de Alicante. Acababa de licenciarse en Sociología y se había especializado en Urbanismo. Estaba muy integrada en la sociedad alicantina y era una chica espabilada, simpática y trabajadora, nada afectada y siempre con la sonrisa en la boca, que desde el primer día conectó bien con los periodistas que cubrían la información municipal y con algunos de los cuales entabló una amistad que se prolongó hasta ahora.

Tenía entonces un trato sencillo y amable que sigue manteniendo en el tú a tú, muy alejado de la afectación que ha transmitido durante su trayectoria política cuando tenía un micrófono y/o una cámara de televisión delante, y de la chulería y prepotencia de la que ha hecho gala en muchas de sus comparecencias públicas.

Es verdad que aquella chica tuvo que espabilar para que no se la comieran cuando recibió la alcaldía por la puerta de atrás de manos de su mentor Luis Díaz Alperi, quien la puso al frente de la concejalía de Turismo, primero y de la de Urbanismo, después, moviendo los hilos en la sombra y legándole contactos, amigos y maneras que la han llevado a su complicada situación actual. No hay más que repasar las imágenes de la primera inauguración de la Volvo Ocean Race con Castedo de alcaldesa, cuando la regidora de Valencia, Rita Barberá, la relegó a un segundo plano y se hizo con todo el protagonismo del acto. No le volvió a ocurrir. Desde entonces se hizo una experta en estar en primera línea y en los últimos meses, encabezonada en mantenerse en su puesto, enfadada por lo que considera una situación injusta y marginada por su partido, no ha dudado en mantener un perfil público alto confundiendo la dignidad con la chulería y sacrificando los intereses de Alicante guiada más por el victimismo, por el cabreo, y por sus decenas de aduladores, que por la razón y el interés general.

Al final se ha ido apelando a su familia, sobre todo mirando a su hija mayor que, siendo aún una adolescente, ha debido oír de todo de su madre lo que, no dudo, será lo que más ha afectado a la alcaldesa. Sin embargo, debería haberse ido antes y defender esa inocencia que proclama sin dañar más a Alicante y a ella misma.

Lo ha hecho tarde, y lo ha hecho mal. Durante mucho tiempo ha demostrado ser una persona con coraje aunque estuviera equivocada, pero al final, y una vez más, se ha dejado guiar por los impulsos y, con la intención de menospreciar a los medios de comunicación de los que se siente maltratada, ha optado por dimitir en Facebook y no dar más explicaciones en vez de demostrar su valentía cuando toca y dar la cara.