El año está a punto de acabar y las elecciones autonómicas y municipales, a la vuelta de la primavera, pero no se nota que estemos en campaña electoral. La profesionalización de los políticos y la mecanización de la política evita que notemos la propaganda, porque todo en la gestión diaria es puro paripé. Nuestros responsables políticos no piensan en otra cosa que en la foto oficial y en su cuota diaria de visibilidad en los medios de comunicación, sobre todo en una región que vive una carrera permanente por la cabeza del cartel autonómico. La Comunidad y los ayuntamientos se mueven como un portaaviones arrastrado por la corriente (y alimentado por el trasvase del FLA), más preocupados por vender en cada momento lo que creen que espera el electorado que por resolver los problemas reales que, al fin y al cabo, siguen siendo en la mayoría de los casos los mismos de siempre. ¿Para qué remangarse y exponerse a mancharse la corbata o a molestar a los superiores, si es más fácil leer las encuestas que auscultar las quejas de los ciudadanos? Por eso les da más miedo lo que dice Podemos que lo que piensan los votantes.