El Partido Popular negaba el pasado jueves en sede parlamentaria que en la Región de Murcia hay ahora más pobreza que en 2012. Esa misma mañana, el informe FOESSA de Cáritas dejaba en evidencia esta afirmación, al arrojar que más de medio millón de personas en la Región se encuentran en situación de exclusión social. Una situación más que preocupante.

Cuestiones como esta, y algunas otras más, como justificar lo injustificable en materia de corrupción, demuestran que el Partido Popular vive ajeno a la realidad. Está en sus cosas; y tiene motivos, porque va de sobresalto en sobresalto. La inesperada dimisión del consejero Campos, al sentirse desautorizado y ninguneado, la permisividad con los consejeros imputados y la rectitud aplicada a otros cargos del Gobierno regional ´más generosos´, que no están imputados, son una muestra del desgobierno y la descomposición en la que se encuentra el Partido Popular.

Cerramos una legislatura de castigo para la ciudadanía, que se puede considerar perdida y en la que el PP ha desplumado a los ciudadanos con subidas de impuestos y con menos servicios. Los datos hablan por sí solos: hay 1.431 trabajadores de la sanidad menos, 2.500 interinos menos en educación y 16.000 dependientes con derecho a prestación que no existen en el presupuesto regional del próximo año.

Un balance muy preocupante en una Región consumida, donde sigue creciendo el paro „ya hay 80.000 personas que llevan más de dos años sin encontrar un trabajo, una situación que afecta especialmente a las mujeres„ en la que nuestras pensiones y salarios están entre los más bajos del país, con pésimos indicadores sociales y educativos, a la cabeza en incumplimiento del objetivo de déficit, con descontrol en las cuentas públicas, escasa inversión y muy pocas transferencias del Estado. No contamos para Rajoy. En definitiva, un panorama muy desalentador.

Desde el Grupo Parlamentario Socialista presentamos una enmienda de totalidad a lo que consideramos unos presupuestos irreales, que no responden ni resuelven ninguno de los problemas de los ciudadanos. Pero fue rechazada por la mayoría del PP, lo que nos ha llevado a presentar más de un centenar de enmiendas parciales para seguir intentando ayudar a las familias, para que paguen más impuestos las rentas más altas, para que haya mejores servicios públicos y para generar empleo.

Negar la realidad no la cambia y el cambio de Valcárcel a Garre no ha servido para cambiar la política económica y social de la Región. Hemos cambiado de presidente, pero seguimos sin respuestas a las verdaderas preocupaciones de los ciudadanos, en especial, para los que peor lo están pasando.

Los presupuestos del Gobierno Garre son insuficientes para la situación que vivimos. Por mucho que el presidente venga a la Asamblea a echar peroratas y a hacerse el digno, en una mala imitación de Valcárcel.

Y lo digo también refiriéndome a temas como el de la corrupción. El pasado miércoles, durante la pregunta de los grupos parlamentarios al presidente en la Asamblea Regional se vio a Garre a la defensiva, atacando a la oposición, aparentando que manda en su partido, pero sin contestar a las preguntas. Optó por volver a las andadas y a las descalificaciones, pero calló lo más importante y se fue sin explicar ¿Por qué tiene tiene una doble vara de medir con la corrupción que afecta a dirigentes del Partido Popular?

La regeneración y la transparencia que anuncia tiene tan poca credibilidad como su Gobierno. La corrupción ha golpeado con dureza nuestro sistema democrático y el presidente Garre, al resistirse a cesar a los imputados, contribuye a la profundización de la desconfianza ciudadana, haciendo un tremendo daño a nuestra democracia. Las instituciones merecen respeto y no pueden albergar a personas sospechosas de haberlas mancillado. Ninguna de las medidas de maquillaje que se puedan aprobar sirve si no va acompañada de limpieza y regeneración.

La única justificación que encontramos a esa laxitud es que ese debe ser el alto precio que tuvo que pagar Garre para ser presidente. Al final el presidente se retrata a sí mismo e intenta hacer creer que no tiene ningún problema, pero su tono le delata y evidencia que no tiene autonomía, ni autoridad ni mucho menos credibilidad.