No hace mucho, el pasado 17 de octubre, cuando parecía que ya no podíamos sorprendernos con el alcance de la corrupción, nos llevábamos de nuevo las manos a la cabeza con la Operación Púnica. Para bien o para mal, cada vez queda más claro que la realidad es que, este nuevo caso no es más que la punta del iceberg, uno más de los casos de corruptelas y mal gobierno, de aquellos que han hecho de los Ayuntamientos su cortijo. Y no me cansaré de decirlo, la corrupción es una parte esencial del mismo modelo económico, político y social. Cuando la búsqueda de beneficios es el criterio máximo, la única verdad que justifica todo, si no se pueden obtener esos beneficios legalmente, se hace ilegalmente.

Este modelo institucional no se puede desprender de la corrupción porque forma parte de su esencia, como dos hijos siameses que comparten corazón, forman parte el uno del otro. Eliminar a uno significa matar al otro.

Esta corrupción está en el corazón de todo el modelo que ha menospreciado lo público para entregar cientos de servicios a algunos amigotes, y que en definitiva ha servido para empobrecer la calidad de nuestras instituciones y con ella a la gran mayoría de la población. Y para que engañarnos, en otra cosa no, pero a la hora de gobernar con untamientos, favores y dinero bajo manga nuestros gobernantes son unos auténticos profesionales, eso sí. Quizás no sean muy diestros tratando de solucionar los índices de pobreza, de evitar que las familias les corten la luz y el agua, que los bancos desahucien familias, de asegurar una educación o una sanidad igual para todos o de conservar nuestro patrimonio, pero eso de enriquecer a unos pocos con el dinero de todos hay que reconocer que lo hacen excepcionalmente bien.

Las formas de actuar son varias, pero una de las más usadas era muy sencilla, convencían a los vecinos de un Ayuntamiento de que la privatización de un servicio iba a ser rentable, como si las empresas no quisieran tener beneficios y lo hicieran por caridad. Bajo este pretexto de ahorro se hacían concesiones millonarias a empresas, que bajo mano, o en sobres, eso ya a gusto del corrupto, pagaban un porcentaje por la adjudicación. Con este pretexto nos han ido secuestrando, uno tras otro, los servicios públicos más esenciales, basuras, agua, incluso educación y sanidad intentando que olvidemos que el objetivo de las empresas privadas es ganar dinero.

Uno a estas alturas ya está curado de espanto, y no le sorprende nada, o casi nada. Pero recientemente el ayuntamiento de Archena ha sido capaz de volver a activar mi capacidad de sorpresa por la privatización del alumbrado público. Esta concesión, gestada durante el verano, concedida finalmente a la empresa Elecnor, por un importe anual de 406.241,12 euros y para doce años, una hipoteca de más de cuatro millones de euros a la que nos somete el Ayuntamiento. Pero lo curioso ya no es tanto como se ha producido el proceso, con una nula información por parte del Ayuntamiento de Archena, tal y como nos tiene acostumbrados, sino que se atrevan a hacerlo justo en pleno estallido de las últimas operaciones judiciales. En medio de la Operación Púnica que ha vuelto a situar a nuestra Región como una de las que más implicados y condenados tiene por casos de corrupción; una operación judicial que pone en evidencia el procedimiento de adjudicaciones a amigos, de prevaricación y aceptación de favores, el Ayuntamiento de Archena vuelve a hipotecar a los archeneros para otorgar la empresa a los de siempre.

El Ayuntamiento argumenta que con esta privatización se va a ahorrar un 75% de lo que venía gastando. Si asumimos eso ¿quién era el descerebrado que lo gestionaba? ¿Durante cuánto tiempo han estado pegando esa barbaridad? Otra opción es que esto tenga trampa, que el ahorro sea solo el primer año, por cierto, año electoral. Y que realmente el sobrecoste venga después, lo que sería un engaño a la ciudadanía en toda regla.

Señores, dejen de engañarnos, pocos se creen ya que la privatización de los servicios ahorre dinero. La gestión pública directa y eficaz de los servicios públicos trae el ahorro, y si no trae el ahorro da una calidad del servicio. Interponer una empresa, que debe mirar sus balances de beneficios sobre la calidad del servicio, solo trae empeoramiento y encarecimiento de los servicios. Los Ayuntamientos deben estar para prestar servicios, para asegurarse de que los mismos llegan a sus ciudadanos, y no para enriquecer a empresas privadas que solo miran por sus intereses especulativos.

Pero nuevos vientos soplan en la política de nuestro país, nuestra región y nuestra Archena, vientos dispuestos a barrer con fuerza y determinación a todos los que no comprendan que los Ayuntamientos son del pueblo, vientos del pueblo que han venido a ganar nuestra ciudad para los archeneros. Porque como escribió Emile Zola, «cuando la verdad se entierra, crece, te ahoga. Reúne una fuerza tan explosiva que el día que estalla vuela todo por los aires».