Un periodista nunca convendría que se convirtiera en noticia; por ende, un entrevistador no debería sobresalir sobre su entrevistado, aunque hoy día es inevitable, preso de la mediatización de nuestro tiempo. La entrevista de Ana Pastor a Pablo Iglesias tuvo mucho eco, tanto que incluso fue más señalado el trabajo de la presentadora que la intervención del ilustre invitado. Es un estilo muy reconocido -y criticado-: cortante, franco, invasivo, agresivo en ocasiones. Y que conduce al protagonismo de la periodista. Agrada a muchos, los mismos a los que irrita. Son percepciones, pero cabría resaltar su empeño en priorizar lo importante sobre lo interesante, su foco crítico en los asuntos relevantes y su búsqueda de explicaciones. Ella no sólo pregunta: reclama respuestas, las exige. Es un sello saludable y escaso, que le distingue de otros programas, otras entrevistas, posiblemente más atractivos, más ágiles, más morbosos, pero también más lejos del escrutinio periodístico. Uno se entretiene como quiere, faltaría más, pero cualquier cosa no sirve para informarse. La receta es conocida: ante la duda, periodismo.