En Las nubes de Aristófanes, cuando Sócrates hablaba de los versos dáctilos, un rústico levantó el dedo corazón: «¿Te refieres a éste?». En el estreno de esa comedia, en 423 a. C., se popularizó el gesto y lo adoptan hoy los patanes como respuesta a provocadores. En 2010 levantó Aznar su dedo a gritones universitarios de Oviedo; Bárcenas dirigió su dedo vulgar a quienes le abucheaban a la entrada del juzgado; en el fútbol es lugar común la peineta, así conocemos la vitola de Ronaldo, Capello, Maradona, Luis Aragonés...; en Álava, en 2004, al rey Juan Carlos se le fue el dedo, y su nieto Froilán lo iza al menor peligro; Umberto Bossi, Cameron Díaz... Gehry hizo la higa al llegar a Oviedo, ofendido porque asociamos su arquitectura al espectáculo, lo cual es evidente. El espectáculo es nuestra ideología; la apariencia, nuestro patrón de medida; y Gehry, titanio aparte, mostró en dáctilos su talla.