Al leer que buena parte del secesionismo escocés no sería nacionalista sino que aspiraría a abandonar un Estado de cuya política de recortes al dictado de la Troika y los mercados no cabe esperar nada bueno, de pronto caigo en la cuenta. O sea, el agua represada por el discurso único de la economía saldría por donde encuentra un aliviadero o una grieta, con esa vieja costumbre del agua de escapar por donde puede. El humo de la opinión secesionista escocesa, formada sobre todo por la izquierda, no me encajaba en el modelo del nacionalismo clásico, que según el libro gordo de Petete estaría alimentado por una burguesía nacional y unas clases medias pequeño-burguesas, y por tanto debía de haber otro fuego subterráneo, pero no acababa de caer en ello. ¡A ver si resulta que el viejo topo de la revolución (expresión acuñada por Hegel y Marx) vuelve a asomar cabeza donde menos se espera!