Ana Botella renuncia a ser candidata a la alcaldía de Madrid. Tira la toalla ante la falta de apoyo de los suyos y la mala imagen que arrastra. Soraya Sáenz de Santamaría, sin embargo, se deja querer. «Serán los órganos del partido los que decidan; los demás seremos disciplinados». Esperanza Aguirre, que también aspira a ser alcaldesa de la capital, tiene claro quién será el candidato: «El candidato será el que quiera el presidente, el dedo de Rajoy es el comité electoral. Él decidirá el candidato». ¿En qué quedamos? ¿Serán los órganos del partido o será Rajoy? Por hacer un chiste fácil, serán los ´órganos´ de Rajoy quienes terminen decidiendo. Las primarias en el PP ni existen ni se les espera. El PP está, en nombre de la regeneración democrática, a favor de que los ciudadanos elijan directamente a sus alcaldes, pero inexplicablemente en contra de que los militantes de esta formación elijan directamente a sus candidatos a esas alcaldías.

En este país, el poder absoluto lo da la mayoría absoluta. Encumbra al líder y reduce a la categoría de súbditos a los demás. Valcárcel lo sabe muy bien. Hasta ahora ha sido él quien ha quitado y puesto presidentes autonómicos, consejeros, alcaldes, concejales y todo lo que se ha puesto por delante. A su escala, en este lugar junto a La Mancha, de cuyo nombre nadie quiere acordarse en Madrid, ha hecho buena la máxima del Rey Sol: «Los órganos del partido soy yo».

Pero mira por dónde, al expresidente le ha salido últimamente un forúnculo pegado a esos órganos con nombre de antiguo consejero de Sanidad: Francisco Marqués. Ambos habrían aceptado, en la etapa en que este último fue consejero, continuos viajes al extranjero, en concreto a Berlín, Estambul, Grecia y Cuba, así como distintos cruceros por el Mediterráneo, pagados por la distribuidora farmacéutica, que es a su vez proveedora y almacenista de la Comunidad Autónoma para la consejería de Sanidad. La Justicia anda detrás del asunto, y por lo que se ve, Marqués no está dispuesto a tragarse este marrón solo. En este viaje también quiere que, como en los de antes, lo acompañe el expresidente.

El forúnculo no llega solo. Viene precedido de otros salpullidos molestos: las inciertas expectativas electorales que se derivan de los malos resultados obtenidos por el Partido Popular en las últimas europeas, y la arriesgada pirueta política que el ahora europarlamentario tuvo que realizar con el nombramiento de Garre, un hombre gris y de circunstancias, al frente de la Comunidad, tras la imputación judicial de su delfín, Pedro Antonio Sánchez.

Como consecuencia de todo ello, los ´órganos´ del partido en Murcia se han reblandecido. Le abren la puerta de la sede oficial del PP de par en par al exconsejero para que dé explicaciones sobre sus cuentas pendientes con la Justicia, ante el asombro de la militancia. ¿Tanto tienen que temer? Y se avienen, en un pacto ´secreto´ en la huerta, a que repitan en los próximos comicios los cuatro alcaldes de las ciudades más pobladas de la región para aplacar disidencias y sofocar rebeliones internas.

El asunto de Hefame puede asestarle a Valcárcel un golpe definitivo en su liderazgo del PP regional. Difícilmente podría soportar el actual vicepresidente europeo una imputación judicial, que vendría a añadirse a las muchas que pesan sobre sus compañeros de partido. «¡Que hable la Justicia!», es lo único que ha dicho para salir al paso de las acusaciones. ¡Pobre defensa! Aquí ya no hay estrategia política, tan sólo una huida hacia adelante y un sálvese quien pueda, mientras la región sigue sumida en el pozo en que él y algunos otros la han metido.

Así no hay forma de regenerar una democracia que se nos cae a pedazos. Sin la democratización de los partidos y de sus aparatos el sistema está abocado a producir más desafección y frustración ciudadanas. Ya no es que estos ´órganos´ no representen a la sociedad, es que en algunos casos no representan ni a sus militantes.