Durante semanas enteras se ha hablado en nuestra autonomía de la Innovación y la Tecnología. Bastantes empresarios murcianos y alicantinos han afirmado contundentemente que «la cosa pinta muy mal para que algún día regresen los jóvenes cerebros que se ha marchado de España como consecuencia de los duros recortes y de la crisis». Y alertan también de la caída de la investigación e innovación en los últimos años, provocada fundamentalmente por la escasa financiación pública y privada. E insisten ante el Gobierno de la Región de que no hay verdadera recuperación económica sin la innovación, sin inversión en nuevas tecnologías de la comunicación.

Y si esto ocurre en la empresas, qué decir de la investigación en las universidades murcianas, públicas y privadas. El Gobierno murciano da a cuenta gotas créditos y pequeñas 'limosnas' a los distintos equipos de investigadores. Pero no solo la innovación tiene que ver con la transferencia tecnológica de conocimientos: recordemos que innovación no es lo mismo que novedad tecnológica. Existe en la universidad española una Investigación e Innovación académica (I+i) con un perfil distinto al científico, o sea, desde perspectivas de las ciencias humanas, de la cultura y de las artes. Los conceptos de vanguardia y creatividad se hacen relevantes en este contexto.

Desde este perspectiva es desde donde hablamos, con varios proyectos académicos y empresariales, que van desde la cátedra de Emprendedores de la UMU hasta el CEEIM (Centro Europeo de Empresas e Innovación de Murcia). También está ITM (Instituto Tecnológico de Murcia) de la UCAM, pero con apenas actividad aún por su muy reciente creación. Puede ser que estos proyectos y otros de la Región impulsen la creación de start-ups y spin-offs, ¿pero fomentan la innovación, la creatividad? Estos viveros de emprendedores deben ir van más allá de generar-destruir pequeñas pymes, con ayudas de créditos bancarios, que vuelan a ellos cuando inician su actividad y vuelven a la banca con intereses y deudas cuando fracasan en dos o tres años (casi un 80%).

Pero aspiramos a una universidad plural que favorezca el pensamiento creador y la innovación; que no pretenda tener ella sola el monopolio del conocimiento; que atienda y oiga las necesidades del mercado del trabajo pero sin someterse a ellos. Javier Gomá, filósofo y director de la Fundación Juan March, denuncia que hay que domesticar al monstruo, porque si el capitalismo la omnívora preponderancia de las empresas y bancos no está sometido a reglas, lo ocupa y lo zampa todo.

Si reconociendo el arbitrio de las empresas en la formación de alumnos, y en la investigación e innovación, acotamos los aspectos negativos o peligrosos de su poder y potenciamos los positivos, se estarían creando, innovando y cambiando los rígidos, y muchas veces obsoletos, paradigmas de nuestra educación e investigación universitaria.

Innovar, crear y ser flexibles es el reto que le falta a la universidad pública. En nuestros centros de investigación universitaria domina aún el conservadurismo, y en otros, el afán de lucro por la docencia, sin investigación e innovación.

Y ante los recortes ministeriales y los escarceos del Gobierno del PP en educación principalmente nos falta un pensamiento más crítico y una respuesta más activa.