Las tecnologías nos aportan infinidad de cosas positivas sin las que ya no sabemos vivir y, como contrapartida, tenemos que asumir que en cuestión de unos pocos años, muy pocos, nos han convertido en una sociedad de maleducados. Caminamos por la calle sin mirar para escribir ese mensaje que NO puede esperar y nos chocamos con otros viandantes o nos arriesgamos a ser atropellados. Nos sentamos en una cafetería con amigos y lo primero que hacemos todos es sacar el móvil -como si estuviéramos en el viejo oeste norteamericano y desenfundaran su arma - para tenerlo encima de la mesa, que, guardado en el bolso, produce ansiedad. Pero lo peor viene después, cuando en mitad de lo que parece una conversación interesante, uno de los teléfonos pita y el dueño, al mirarlo, desata un efecto en cadena y provoca que el resto de los presentes revise sus móviles y aproveche para controlar sus mensajes. Total, que en menos de un minuto, nadie se mira a la cara en la mesa. Conclusión: se ha naturalizado el comportamiento maleducado. Por cierto ¿alguien se acuerda de cuando no podíamos llamar a casas ajenas pasadas las diez de la noche o en la siesta? Seguro que cuando está cogiendo el sueño y oye vibrar el móvil, lo recueda.