A la azotea de uno de los edificios de la Puerta del Sol madrileña ha vuelto el emblemático anuncio del ´Tío Pepe´, con su botella sevillana y su pregón de delicia embotellada. Se había desmontado este signo de identidad hace algunos años y ahora llega restaurando la memoria de un espacio. Porque la Puerta del Sol ha sido siempre un lugar emblema de los acontecimientos de la capital del Reino. El mayor suceso histórico vivido en ella fue, sin duda, el Dos de Mayo de 1808. Puede decirse sin temor a error que la plaza es el corazón de Madrid y claro está que todo lo que sucede a un cuerpo vivo, afecta a la máquina de su emoción.

Sería con el rey Carlos III cuando empieza la etapa en que la Puerta del Sol preside el acelerado ritmo de la ciudad. Vale la pena detenerse en lo que el reinado del tercer Carlos significó para este recinto ciudadano que hasta entonces no tuvo un acento propio, una concreta jerarquía. Lo que ocurrió es que, con la construcción de la Casa de Correos, cambia radicalmente el signo que presidía los destinos de la plaza. Hasta entonces estuvo gobernada por un espíritu religioso. San Felipe, de un lado; el Buen Suceso y la Victoria del otro. La Puerta del Sol era apenas el tránsito de una iglesia a otra Iglesia o el camino hacia el esplendor comercial de Platerías. Las comedias de Lope, de Tirso y sus contemporáneos están llenas de advertencias a los recién llegados esas damas «garduñas» que se dejaban requebrar del forastero y al que, a cambio de más o menos vagas promesas, piden guantes de ámbar, cadenas de oro, chapines o abanicos. La calle Mayor es un mar proceloso, un «canal de las Bahamas» en el que encallarán los más seguros navíos.

La reposición del anuncio de la bebida del sur viene a cumplir la misión de adornar el símbolo; la del Sol siempre los tuvo; han sido muchos hasta reconocerla en nuestros días que también la embellecen o le dan vida. Allí mismo, delante del Buen Suceso, hubo una fuente que se coronaba con una estatua que unos aseguraban quería representar a Venus y otros a Diana. Hablamos del siglo XVII. Los aguadores que de la fuente se proveían la llamaron «la Mariblanca», en homenaje, tal vez, a alguna moza del vecindario. Alrededor de su redonda taza, henchida por cuatro años del agua que venía del Alto Abroñigal, se disponía un mercadillo ambulante, cuyos pregones se mantienen, casi invariables.

Las largas historias de la fisonomía de las ciudades ayudan a la literatura; los escritores han recompuesto sus viejos edificios, sus lugares de chanza y venganza; en las novelas contemporáneas encontramos el Madrid entrevisto por su historia, donde nacen y mueren los personajes de hoy. La Puerta del Sol es un ejemplo de ello insustituible.