Siempre me han parecido más interesantes los perdedores que los ganadores, por una cuestión de principios y de supervivencia en este mundo de granujas en el que es más fácil que se cumplan los peores presagios que alcanzar algo parecido a la felicidad. En términos generales, entiendo que los primeros afrontan la vida de una forma más natural que los segundos, más acostumbrados a que el viento casi siempre sople a su favor, cuando en el fondo la derrota está presente a la vuelta de cualquier esquina. Me siento más identificado con los perdedores, cuyo valor estimo por encima de los fracasos que puedan padecer en cualquier aspecto vital.

Cuando era pequeño, todos los alumnos de mi clase eran del Real Madrid o del Barcelona, más o menos en la misma proporción, excepto dos críos: Miguel, que era del Valencia CF por cuestiones sentimentales; y yo, que era del Atlético de Madrid, como toda mi familia. Siempre ha sido más fácil ser de los dos equipos que más títulos han conseguido en esta España de las dos opciones sempiternas, como si a estas alturas lo importante fuera únicamente la victoria. Se pueden imaginar, a poco que conozcan la trayectoria de los colchoneros, las escasísimas ocasiones en las que pude celebrar alguna victoria frente a mis amigos. Pero recuerdo que mis triunfos eran mucho más sentidos y celebrados que los de mis acostumbrados compañeros y mis derrotas..., siendo del Atlético pronto me acostumbré a estas, lo que me ayudó mucho a adoptar una filosofía de vida acorde con la realidad cotidiana que nos envuelve con un halo de melancolía inmisericorde.

Ahora es fácil ser del Atlético, estamos malacostumbrados por culpa del ´Cholo´ Simeone, pero, ¿qué quieren que les diga? A estas alturas de mi vida no voy a cambiar el oxímoron de que los perdedores son los ganadores al final contra todo pronóstico.

Me gustaría pensar, en este sentido, ahora que ha habido cambio de Gobierno en Murcia con otro presidente y cuatro nuevos consejeros, que mi Región puede parecerse algún día a la doctrina del Atlético de Madrid. Hasta la fecha ocupamos demasiados puestos a la cola en cualquier comparativa con el resto de comunidades españolas. En todos los listados salimos malparados y la inmensa mayoría de los titulares de prensa sitúan a los murcianos por debajo de la media nacional. Somos perdedores, si únicamente vemos los números fríos. Pero hay que observar mucho más allá y advertir que la sociedad murciana tiene unas virtudes extraordinarias que, a poco que sepamos aprovechar, nos sacarán de donde estamos con sacrificio, sufrimiento y esfuerzo, características únicas de aquellos que saben el valor del éxito, pero sobre todo del fracaso.