Perdone que le moleste, pero ocurren tantas desgracias en este nuestro mundo que hoy no me veo con fuerzas para escribir en serio y, mucho menos, sobre las cosas que de verdad le preocupan a los españoles, como dice mi amigo, «Marie-Trou du cul». Por cierto, observarán que utilizo el idioma de Shakespeare y el de Voltaire, Diderot o quizás Hollande, el mini-Hobbit con un nivel de excelencia fuera de lo común. Me he apuntado a una academia de inglés de las de pago, pues me lo exigen en mi puesto de trabajo: dicen que es el futuro.

Ahora les ha dado a nuestros gobernantes el tole tole del bilingüismo. ¿Se imaginan, de repente, a la concejala de Calasparra, esa del alborto y los terroristas, charlando amigablemente en inglés con unos delegados extranjeros para venderle las excelencias de nuestro arroz? Darían ganas de buscar un refugio antiaéreo de las que nos caerían encima. A más de uno se le saltarían los empastes del descojone. La chica, lo que es tesón, le pone al asunto, pero por Dios, qué vergüenza.

La Dialectología Murciana está tremendamente surtida de peculiaridades pero se encuentra en el filo de la navaja. En cuanto subimos un escalón y pasamos a la Lexicología, estamos fiambres: es un campo minado. En mi opinión, y me van a caer por todos lados, en Murcia no es que se hable mal, se habla fatal (diferente). Deberíamos aprender a vocalizar un poco más, antes de intentar aprender un idioma nuevo.

Recuerdo cuando escuchaba a doña María Antonia, nuestra otrora presidenta, hablar por la arradio. Pensaba que estaba dando un pregón del Bando de la Huerta al mismo tiempo que se comía un bocadillo de mazapanes. O cuando, a día de hoy, ves a algún que otro concejal, diputado regional o consejero expresarse se te caen los de dos yemas al floor. Dan ganas de sacar la recortá.

Creo que debemos saber separar la indiosincrasia y cultura popular del sentido de expresión oral. Una cosa muy respetable es el sentimiento y fervor, pero no deberíamos escudarnos en el habla típica para comunicarnos mal en castellano. Es vital que nos expresemos con naturalidad, como murcianos que somos, pero sin excesos. Por ejemplo, no me imagino a Magdalena Álvarez hablando en un simpático andaluz en el Parlamento Europeo. Aunque creo que de los Pirineos para arriba aún se están descojonando de cuando la señora imputada abría el pico. Aunque seguro que es ella la que se ríe, al ver su abultada nómina.

En este país se ha institucionalizado el dialecto de una forma realmente sorprendente. A los políticos de medio pelo no se les caen los palos del sombrajo a la hora de hablar en público, asesinando términos e hiriendo de muerte palabras inocentes. Uno en su casa puede hablar como le salga del zanahorio, pero ocupar un cargo público y de responsabilidad sin saber expresarse correctamente me parece de juzgado de lo Penal. Ellos y ellas son los que nos representan al resto, y a mí no me hace ni pura gracia escuchar a los inmaduros dialécticos soltando barbaridades por esa boquica.

Otros homicidios más cercanos los tenemos en algunos tertulianos de conocidas cadenas de radio, de esas vespertinas. Cuando los oigo hablar, creo que están emitiendo desde un establo. Me los imagino con el micrófono delante mientras se están preparando la torrá de manteca. Tenemos que cambiar el chip. No podemos ser ciudadanos bilingües cuando le damos bocados al diccionario como si fuera un paparajote.

Ser murcianos por el mundo es un orgullo. Uno puede llegar a Nueva York y cuando el funcionario de Aduanas le pregunte de dónde viene es cuando sorprende nuestra, al menos curiosa, toponimia. De Alcantarilla, le contesta. Y me imagino al funcionario con cara de póker pensando si le suelta o no una oblea por haber querido entrar por las catacumbas. O uno que llegue a Estambul y le pregunten que de dónde es y conteste Puente Tocinos, con lo que le gusta el cerdo a nuestro vecinos, los hijos del profeta.

Desde hace casi tres lustrosos lustros pertenezco al Cuerpo de Maestros de Nenicos del Estado. El adalid de la educación, aunque más de uno diría eso de «de perdidos al rio», o From lost to the river. Entre los profesores de Secundaria hay incluso hasta catedráticos, que son como la hostia en verso, accueillir en vers. Son el espejo en el cual mirarnos el resto para medrar algún día. Muchos de ellos llevan más años que Noé ecorchant des chates.

Murcia es un nido de bilingües, lo que pasa es que no lo sabemos. Claros ejemplos pueden ser las aulas de la Educación Secundaria Obligatoria en un pueblo cualquiera de nuestra querida región, o en un Instituto de barrio de Murcia o Cartagena. Generalmente se habla el árabe y algunos incluso el castellano. Aunque el idioma más hablado en el mundo no es el inglés medio.

A mí me gusta más moverme que un garbanzo en la boca de un viejo y les puedo asegurar que en todo el mundo se chapurrea inglés, pero no se equivoquen, mucho mejor que la alcaldesa de Madriz, Mss. Anne Bottle. Pero, bueno, creo que si lo de Crimea se pone muy negro, siempre se les puede mandar a un grupo de murcianos a pasar mensajes cifrados en panocho€