El taller de Picasso es una exposición que puede verse en Madrid, en la Fundación Mapfre. Una nueva posibilidad de sorpresa, de adhesión a la magia. El maestro siempre es noticia; yo espero el trabajo realizado por el cineasta Carlos Saura que está llevando a la gran pantalla los días „algo más de un mes„ en los que Picasso pintó el Guernica en aquel estudio municipal que le prestaron el la Rue de Grand Agustins, de París, a pocos pasos de los muelles del Sena, lugar de preferencia asaltado por el amor y la pasión de la fotógrafa Dora Maar.

Los talleres de Picasso fueron conocidos por sus propios cuadros, algunos como el de la mítica La Californie, fue modelo y aquí puede comprobarse, con sus grandes ventanales modernistas, y en las series El pintor y la modelo, para pintura de caballete u obra gráfica, el genio se delaitaba y ponía ante tus ojos su hábitat. Picasso cambiaba de estudio sucesivamente cuando los llenaba de obras, de objetos, de pocos muebles, del producto del trabajo: libros, grabados, diseños o esculturas.

«La pintura es más fuerte que yo, me hace hacer lo que quiere», escribió Picasso en una de sus exposiciones; la frase encierra, quizá, la clave de su arte. El pintor ¿se propone pintar así o se deja llevar por la sugestión que ejercen signos y colores? La cuestión, importante y difícil de zanjar para cualquier artista „su voluntad de creación„ es, en su caso, decisiva. Su respuesta no deja lugar a dudas. Hay, pues, en su arte una sumisión que no puede ser otra cosa que a una especie de subconsciente despertado por la acción de pintar. Creo que si se analiza en qué consiste, hallamos una libertad de expresión omnímoda, sin freno, cuya definición más aproximada sea acaso eso que los españoles conocemos tan bien y llamamos „con vocablo intraducible„ la ´real gana´. Ese hacer lo que ´venga´ en gana´, que Ganivet consideraba nuestro concepto nacional de la libertad, explica muchas cosas: sobre todo esa libertad absoluta considerada como una de sus mayores aportaciones al arte, la ausencia de otras preocupaciones que el puro pintar, el desenfado con el que chorrean lienzo abajo los goterones de color, proclamando su total indiferencia por los convencionalismos. Acaso explique también la diferencia esencial entre sus primeras épocas, azul y rosa, en que él domina la pintura, y las posteriores en que, cada vez con más fuerza, la pintura le domina a él. Ante Picasso caben y pueden darse todo tipo de reflexiones plásticas; hacer historia con la evolución del arte en el mundo contemporáneo; en él confluyen casi todas las respuestas a las preguntas e incógnitas que pueden plantearse. Ese es el gran misterio y la lección permanente del maestro.