La verdad es que siempre he sido favorable a la realpolitik entre las naciones, reservando la ideología y hasta la conciencia para la política en organismos internacionales. No hacerlo así acaba llevando o al aislamiento, o a fracasos económicos, o a la hipocresía. Hay que defender que una conciencia universal se plasme en la práctica de las grandes organizaciones en las que se participa, regule cada vez con más eficacia las conductas de los países y sus Gobiernos, y sancione el incumplimiento de esas regulaciones con la mayor dureza, pero en el tú a tú con las naciones hay que seducir, amenazar (si se dispone de estaca) y consentir a discreción, mimetizándose o poniendo cara de póker cuando haga falta y reservando el gesto escandalizado, o el desplante, sólo para situaciones límite. O sea, que Rajoy ha estado bien en Ankara coreando con el gesto al público que gritaba ¡Alá es grande!