Las organizaciones que premian el fracaso o que anteponen el peloteo a cualquier otra circunstancia están destinadas a la desaparición. Valga este preámbulo-sentencia, por lo demás obvio, para considerar lo que está ocurriendo en el PP. Arenas, que fracasó a la hora de hacerse con la presidencia de Andalucía, siguió como si nada y acaba de imponer como candidato a un tal Moreno „dicen que no lo conoce nadie en la tierra de María Santísima„, en contra de lo que quería Zoido, presidente de los populares al sur de Despeñaperros, que apostaba por Sanz, y de otros líderes cualificados como Esperanza Oña, alcaldesa de Fuengirola. En contra, lo que es más significativo, de María Dolores de Cospedal, secretaria general del partido.

Y en contra de cualquier proceso democrático de elección. Gravedad sobre gravedad.

Cómo será la cosa que a las pocas horas del dedazo se ha empezado a especular con un adelanto de las elecciones en Andalucía. Con un líder inventado y contra el sentido común, Susana Díaz puede lograr el plus de legitimidad que le falta y largar a IU a las catacumbas.

Las elecciones europeas de mayo prometen lanzar a Rubalcaba „si te vuelves te la clava„ hacia la Moncloa. Y no le vendría mal, a los pocos meses, otro trampolín a costa de los andaluces y gracias a la catarata de cacicadas populares.

Da la sensación de que en el PP, a sólo dos años de ganar las generales, lo único importante es ya la organización. Y dentro de la organización, el mandarinato. Ganar es lo de menos, el caso es mantenerse en el machito. Lo hemos visto en otros sitios durante décadas: el negocio de la derrota. Los de siempre se aseguraban seguir y seguir sin dar golpe, porque ni por asomo hacen oposición. Les basta con recoger las migajas que caen de la mesa en la que se celebra el eterno festín del adversario.

Me resisto a creerlo, pero el síntoma andaluz apunta a que los populares ya están de retirada general.