ada año el cine español a través de la organización de su Academia nos proporciona una velada para muy diversos objetivos: entretener, recordar, reivindicar, premiar o divertir. Todos ellos muy loables; llevan convocando una noche para su mundo y el de la televisión casi treinta años. Epasado domingo pudimos comprobar en qué fase se encuentra nuestro cine, ese que se queja airadamente de la Administración pública, el mismo que se esfuerza en encontrar el talento necesario para producir películas de buen ver. Cualquiera de nosotros sabe en qué espejo se mira este espectáculo que cada vez en mayor grado hace visible su decadencia y su pobre puesta en escena.

El cine español, casi siempre, fue una industria brillante, capaz de superar todos los inconvenientes de todas las épocas, desde la técnica humilde a la censura de la dictadura. El cine en España siempre demostró que sus profesionales estaban por encima de las coacciones oficiales y de la pobreza de medios. Cuando visionamos ahora una película de los años de la postguerra, de los sesenta, setenta u ochenta no sabemos ver en ellas las dificultades que las precedieron porque por sí mismas el talento de sus cineastas superaron todos los escollos.

Berlanga años cincuenta; Saura, década de los sesenta; Armiñan premiado en la última edición con el Goya de Honor. Su magnífica filmografía, su poética aportación a un cine español lírico y estremecido contra todos los vientos y las mareas de las recientes ciclogénesis.

No quiero pensar que la Gala de los Goya tenga qué ver con la calidad del cine actual en España; no quiero creer que ese aire rancio de la puesta en escena con el aplauso de los protagonistas del cine en nuestro país sea fiel reflejo de un desierto intelectual en el nuevo cine español; que no sea parte de su propia confesión de escasez de ideas, de negación de talentos individuales y colectivos. Espero y deseo que el desacierto de un espectáculo como la Gala de los Goya nada tenga que ver con la vitalidad de nuestro cine y sus técnicos, que sea solo fruto de un mal diseño a la hora de vestir al personaje que se nos presenta en sociedad. El cine español siempre fue mucho más de lo que dieron dieron a entender sus protagonistas en la fiesta privada y ególatra en la que se visten cada año.

La propuesta de la Academia del Cine quedó mermada por un pobre criterio. Todo muy clarificador sobre nuestras deficiencias artísticas y vergüenzas expuestas a la luz en una noche sin misterio.