¿Quién se acuerda del general Jaruzelski, presidente en la Polonia comunista en vías de cambio a la libertad? Ni Wikipedia recoge su difícil tarea de represor contenido, aperturista práctico, dictador con sentido común o, tal vez, patriota de la retirada, pues en más de una ocasión maniobró para que los tanques rusos no invadieran su país. Que ahora, con 92 años y postrado en la cama, tenga un idilio muy carnal con la enfermera que lo atiende, puede resultar sórdido para ciertas sensibilidades, pero da cuenta de la cautivadora versatilidad de la vida. En el fondo las circunstancias lo son todo, y quien sabe si en San Francisco, en 1967, el adusto Jaruzelski hubiera sido un gozoso partícipe del verano del amor. Por desdicha para él, estaba en Varsovia y, algo después, en 1968, le tocó ser cómplice de la invasión de Checoeslovaquia por los tanques, pero nunca es tarde para un desquite.