Negar lo evidente solo puede conducir al fracaso; actuando con rapidez aún se pueden salvar los muebles€ digo los votos.

Hasta ayer, simbólicamente, la derecha en España era el PP y el centro derecha también el PP. Todos los votantes de tendencia conservadora, un pelín conservadora y otro poco de un lado u otro de la raya del medio, no tenían más opción que la de votar al PP. Pero la cosa ha cambiado. En estas próximas elecciones europeas se presentan al menos dos partidos de tendencia derechista y centro derecha, aglutinadores de los descontentos peperos y con más fuerza de la que algunos piensan. No es que tales partidos pretendan sacar tajada en estas próximas elecciones; sus intenciones son, primero, agitar el electorado para crear una red de sedes regionales y así convertirse en partidos de ámbito nacional; segundo, tener opciones serias de colarse, con el voto de los desencantados del PP, en las siguientes elecciones a los Ayuntamientos, Comunidades y Congreso de los Diputados, cuyas convocatorias ya se otean, podrán responder a ellas según los resultados que el PP obtenga en las europeas.

Puestas así las cosas, un tanto feas en nuestra región, aún se agravan más por la pugna que en estos momentos se mantiene por la sucesión de mi presi.

Los dos candidatos ya debieran ser uno solo, por el bien del partido, porque con tantos acontecimientos en contra, cada día que pasa se hace mas difícil mantener la unidad del partido y, mucho más, los votos.

El pasado jueves asistí al acto en que le concedieron al presidente Valcárcel la Habichuela de Oro, y a un servidor dos habichuelazos fuera de protocolo. El primero me vino del candidato a la presidencia Juan Carlos Ruiz, quien me manifestó su descontento por lo que expuse en mi artículo del 23 de enero, a saber: «El miedo a un nuevo presidente que no cuente con él y tenga que buscarse las habichuelas en la calle como todo hijo de buen vecino, lo que le debe dar terror, puesto que no ha hecho otra cosa en su vida que vivir de la política€», terminando su queja con un: «Infórmate bien». Y uno, que es igual de obediente que él, así lo ha hecho.

De verdad siento que lo escrito pudiera dar lugar a dudas sobre la capacidad luchadora de Juan Carlos para buscarse las habichuelas en la calle si tuviese que dejar la política después de tantos años viviendo de ella; no era ese el sentido de mis letras, sobre todo cuando me han contado que antes de que Valcárcel le diera la oportunidad de trabajar de político, fue un buen profesional poniendo copas en una cafetería o bar de copas, lo que ahora, como emprendedor, podría volver a hacer si llegase el caso. También se podría dedicar a otra profesión cuyo título sacó hace no mucho en la UCAM, aunque de eso le costaría vivir, ya que hay muy poca salida. Mejor lo de las copas, es más seguro y tiene experiencia, dicen.

Un político que encaja mal las opiniones de un ciudadano en el libre ejercicio de su libertad de opinión para pedirle que renuncie a ser candidato por el bien del partido que le da de comer, respondiéndole con una recriminación a su falta de información en un acto radiante de felicidad, no sabiendo contener la lengua, viene a darle la razón a todos los que dudamos de su capacidad para ocupar la presidencia de la Región, sustituyendo a alguien que como político y caballero traspasa la raya de la maestría. Y si piensa que sí puede es porque una minoría se lo está haciendo creer; minoría de esas que juega en la ruleta al rojo y negro a la vez, no pierden nunca y siempre creen ganar. ¡Ay! cuanta hipocresía crece en los jardines de la política.

El otro habichuelazo me lo metió una senadora con la que compartí mesa y mantel cuando un servidor manifestó públicamente su opinión al respecto de la sucesión de Valcárcel y su desencanto con las medidas del Gobierno de la nación en relación a la brutal subida de impuestos a los empresarios al hacer que las ayudas sociales coticen a la Seguridad Social, al 40%. Así, de golpe, en toda la oreja izquierda, un habichuelazo en seco: «Eso es porque los empresarios son unos defraudadores; demostrado está que al menos el 25% de ellos defrauda pagando dietas por salario para no cotizar y dando a empleados de alta en la Seduridad Social por menos horas de las que trabajan. Lo sabré yo, que antes trabajaba en una asesoría laboral y lo veía...». Me dejó estupefacto, no daba crédito a lo que escuchaba, y más de una política de altura. Ahora que era senadora perseguía el fraude laboral con ahínco, y antes lo veía, lo palpaba, lo conocía y€ como también comía de él, nada dijo en la mesa sobre haberlo denunciado. Madre mía, ¡qué alarde de iluminación política! ¡qué preparación! ¡qué ejemplo a seguir! Vaya, vaya, ¿y esta señora es la que tiene que defender a los empresarios murcianos en Madrid? Arreglados vamos con lo que tenemos y nos puede venir de tan magníficas mentes políticas.

No la conozco de nada pero pienso, tras escucharla, que su gran mérito para ser lo que es tuvo que estar, como en tantos otros, en los votos que consiguió Valcárcel con su abrumador caché de político, porque si no, todo apunta a que seguiría de asesora laboral ayudando, entre otros, a su 25% de defraudadores y cobrándoles sus cuotas de asesora, bien calladita para seguir comiendo. ¿O no?

Cuando me marchaba, alguien me dijo: «Ha ido por ti desde que se ha enterado de que eres el de La Opinión que apoya a Pedro Antonio Sánchez». ¡Ostras!, ¿pero no estaba todo el partido unido y da igual quien sea el candidato? No, si ya verás, estos se cargan el partido. Por eso vengo insistiendo en que Juan Carlos Ruiz debe renunciar ya por dos razones: una, para que no se agriete el PP llenando las vacías alforjas de Vox y Ciudadanos; y la otra, ya no sé como decirlo: Juan Carlos no vale para presidente, este hombre debiera hacerme caso y renunciar ya. Lo digo con sinceridad, que el hecho de no valer para un cargo no significa que no valga para otro, pues me han asegurado que es mejor detrás de la barra que del atrio de oradores.

Lo dicho, estos se cargan el partido.