Estos días circula por Facebook, recordado por algunos protagonistas de aquel acontecimiento, el póster que figuraba en el interior del primer número de la revista cultural El Pregonero, que ya ha cumplido treinta años de vital recuerdo. En el cartel, las fotografías de 81 personas (estaba previsto que fuesen un ciento) de la cultura de entonces junto a populares de la calle y la movida de los 80. Al pie un lema, «Nosotros también necesitamos cariño», que hoy tendría una versión actualizada: «Nosotros seguimos necesitando cariño», porque estamos, quizá, en peores condiciones de cuando aquella ocurrencia de Marcos Salvador Romera, uno de los idearios de la publicación, se hizo realidad.

Se publicaron, quiero recordar, siete números y en el interior de la revista, otros tantos pósters del artista y fotógrafo Antonio Ballester acompañaban a los ejemplares, hoy buscados e incunables, de la pequeña o gran historia cultural de la región. El paso del tiempo ha sido vertiginoso y en su devenir ya nos faltan, de forma definitiva, unos cuantos de aquellos amigos representados e ilusionados con las libertades democráticas, con la evolución social y política de unos años que resultaron creativos y fértiles. Como se suele decir, no están todos los que fueron, pero sí fueron todos los que están. No hubo una selección muy reflexionada, nos tiramos a la calle, a los garitos, a los lugares de trabajo con una cámara de fotos y recogimos el testimonio de la existencia de unas decenas de criaturas que formaban parte de lo que llamábamos familiarmente ´la cultureta´.

Como casi todas las aventuras editoriales más pensadas con el corazón que con la cabeza, la vida de El Pregonero fue efímera, pero creo que brillante. La dirigió Eduardo Carrasco y detrás estábamos algunos plásticos entre los que destacaban Ramón Garza y Ángel Haro, maquetadores y diseñadores del invento maravilloso en aquel estudio compartido e inolvidable de la Plaza de la Cruz, número 4 (Plaza de Hernández Amores), sobre la propia Galería Zero, generadora y productora de estas inquietudes.

En El Pregonero colaboraron muchos artistas, críticos de arte y de cine, de literatura, que hoy son el bagaje más importante de su impacto, que tenía un espíritu innovador. Pasadas tres décadas todavía se recuerdan algunos editoriales (El sermón del Pregonero) que causaron toda serie de sentimientos encontrados en el lector, por su provocación y toma de partido. Alguien ha dicho: «30 años no son nada». Y sí lo son, aseguro.