El papa Francisco ha sido como un soplo de aire fresco para una Iglesia, la católica, que por lo menos, la que nos ha tocado a nosotros, huele a naftalina. Olor a rancio y a tiempo sin abrir las ventanas de la vida, las de la verdad, para ver y comprender lo que ocurre fuera de las paredes de las iglesias, donde también han de estar.

Desde el primer momento, el papa Francisco se ha mostrado cercano y comprensivo, hablando con naturalidad de homosexualidad, aborto, matrimonios entre el mismo sexo, en un intento, como manifestó en una entrevista, de ´curar heridas´, procurando acercarse a las personas con verdadera misericordia y diciendo cosas como: «En lugar de ser solamente una Iglesia que acoge y recibe, manteniendo sus puertas abiertas, busquemos más bien ser una Iglesia que encuentra caminos nuevos, capaz de salir de sí misma yendo hacia el que no la frecuenta, hacia el que se marchó de ella, hacia el indiferente. El que abandonó la Iglesia a veces lo hizo por razones que, si se entienden y valoran bien, pueden ser el inicio de un retorno. Pero es necesario tener audacia y valor».

Y mucha audacia y ningún valor „dice sentirse respaldado por Rouco Varela„ es lo que ha mostrado el párroco de la localidad leonesa de Burgo Ranero, Jesús Calvo, que olvidando los más elementales sentimientos que un cristiano ha de albergar hacia su prójimo se ha permitido decir que el cáncer que padece Pedro Zerolo, concejal del PSOE en el ayuntamiento de Madrid, es castigo divino, «un efecto de la Divina Providencia que intenta ejemplarizar con los que se ríen de la virtud». Se refería, claro es, a la condición de homosexual del político socialista porque, en otra aparición estelar en una televisión llegó a decir que a los homosexuales había que tratarlos «como leprosos a los que hay que apartar».

Pero este representante de la Iglesia católica no se ha quedado aquí porque, en su desvarío irresponsable, en la misma entrevista se permitió definir al papa Francisco como «un populista para la gente inculta», defendió la pena capital y, en el colmo de la sinrazón, de la estupidez humana, de la falta de conciencia, cree que Cáritas es una ONG que no merece ayuda porque «da a todo el mundo simplemente por ser humanos, aunque no aporten nada», como es el caso de los subsaharianos que emigran a España.

A veces tenemos la sensación de que muchos curas no han leído el Nuevo Testamento, donde se refleja a Jesús de Nazaret como protector de los pobres y los débiles, de los desamparados, de los enfermos, para rechazar con energía a los poderosos, mentirosos, tramposos y embaucadores. Pero algunos obispos tampoco, pues que un cura pierda la cabeza entra dentro de la normalidad, que sus superiores intenten justificar sus desatinos „en este caso el obispo de León„ con notas de prensa que lo desautorizan, sí, pero poco, porque entienden que su ´labor pastoral´ la desarrolla con ´normalidad´ es inconcebible. Como es imposible comprender que sea normal la incontinencia verbal de este párroco que nos hace pensar en una Iglesia que nos aleja de ella, que nos hace pensar en qué manos están los feligreses de su parroquia. O los de Beniarrés, Alicante, donde cuentan con un párroco que entre otras cosas, invita a sus fieles a contestar un cuestionario con preguntas como «¿Vivo en la fornicación, en el libertinaje? ¿Me masturbo? ¿He tenido alguna relación con un animal?» y así sucesivamente; preguntas que indican que los enfermos no son los que contestan. Y todos esto la Iglesia, en España, a su bola. Ni mu dicen sus gerifaltes.

«La religión tiene derecho de expresar sus propias opiniones al servicio de las personas, pero Dios en la creación nos ha hecho libres: no es posible una injerencia espiritual en la vida personal». Siempre nos quedará el papa Francisco.