La verdad es que hay cifras y porcentajes que abruman. Como ya sabemos, España cuenta con 6.202.700 parados, según nos puso sobre la mesa la Encuesta de Población Activa (EPA) referida al primer trimestre de este año de 2013. Una millonada capaz de sacarnos esa mala leche que todos llevamos dentro. Y como el extenso latifundio patrio es prolífico en todo menos en transparencia y agua, tenemos en la última década ochocientos casos de corrupción y cerca de 2.000 detenidos. Entre ellos hay gente de variada pinta, desde ladrones de guante blanco hasta choricillos de poca monta que tuvieron la suerte de trampear algún Plan General de Ordenación Urbana, o ingenieros de las finanzas que vendieron preferentes, carteristas a sueldo de concejales y desvergonzados con comisión a cuenta del erario público, por ampliar la nómina de abominables.

Si ahondamos un poco más en este asunto del dato, el informe Exclusión y Desarrollo Social en España, que elabora Cáritas, revela que desde que estalló la crisis, allá por el 2007, la tasa de pobreza en nuestro país se ha disparado hasta el 21,8%, y 11.675.000 desgraciados que a finales de 2010 estaban abocados a buscarse el condumio en las parroquias o en la casa del buen samaritano, van a tener muchos más acompañantes al finalizar el lustro. Pero fuera el cabreo, que no todo van a ser penas, agonías y crisis. Hace unos días nos enteramos de que hay un millón más de grandes fortunas en el mundo y de que el número de ricos en España aumentó un 5,4% en 2012, hasta alcanzar las 144.600 personas.

Este selecto club, dice el Informe Anual sobre la Riqueza en el Mundo, tiene activos de inversión de casi un millón de euros, sin contar la vivienda habitual y las colecciones de bronces, muñecas y porcelanas. Una alegría, vaya, en un país recortado, con nóminas acribilladas y extras decapitadas. Estos sí que son abrumadores brotes verdes.