Decía Alfred Adler que una mentira no tendría sentido si la verdad no fuera percibida como peligrosa. Y termino por pensar que es cierto cuando observo el empeño que algunos ponen en trasladar a la sociedad una falsa imagen de deterioro y de ataque por parte del Gobierno regional a la educación pública, seguramente con la intención de camuflar otros intereses.

Porque es verdad que las Administraciones estamos atravesando momentos de dificultad financiera, como consecuencia de la crisis económica, pero también es cierto que se están haciendo muchísimos esfuerzos por evitar que esas dificultades se trasladen a los servicios públicos que prestamos a los ciudadanos, incidiendo en su calidad.

Por eso me parece tan necesario decir, fuerte y claro, que mienten. Mienten cuando sostienen que se han masificado las aulas de nuestros centros. Mienten cuando afirman que no se sustituyen los profesores de baja ni los profesores jubilados. Mienten cuando dicen que los centros educativos apenas cuentan con recursos. Y mienten cuando cifran en 2.700 personas menos la plantilla de docentes de la Región.

Aunque lo peor no es que mientan, es que lo hacen a sabiendas, conscientes de que la realidad de nuestros centros, con sus luces y sus sombras, no se está acomodando a sus predicciones que, desde hace ya más de un año, vaticinaban la destrucción de la enseñanza pública en la Región.

Una enseñanza que atiende a tres de cada cuatro escolares murcianos y a la que se destinan más de tres millones de euros cada día. Una enseñanza que, aunque a algunos les pese, evoluciona y crece con la ilusión y el esfuerzo de los profesionales, docentes, alumnos y familias que están ayudando a 'plantar cara' a estos tiempos de dificultad, con la unión y la colaboración por bandera. Porque hay muchas formas de luchar y defender derechos más allá de la confrontación.

Pero, aún siendo importante, no es ese el objetivo principal de mis palabras, sino confrontar desde la verdad, la última de estas mentiras. Porque mienten quienes alzan la voz denunciando 'imposiciones' en la regulación de la nueva configuración de las listas de interinos. Y mienten quienes afirman que el nuevo sistema traerá precariedad e inestabilidad.

Hemos dedicado más de cuatro meses de negociación a la búsqueda de un acuerdo con las organizaciones sindicales. Hemos escuchado muchas voces que no pertenecían a la mesa de negociación, incluso que no tienen atribuida la representación legal de estos trabajadores.

Incluso hemos asistido al absurdo de contar con un preacuerdo con todas las organizaciones sindicales que finalmente se frustró y que, por cierto, recogía unas condiciones menos favorables que las finalmente acordadas por el Gobierno regional.

Y, finalmente, se ha adoptado una decisión. Sí. Porque, además, en ninguno de esos largos meses de intentos por alcanzar un acuerdo se nos he planteado ninguna alternativa distinta al mantenimiento de lo que ya había (listas preferentes que vetaban el acceso a todas esas nuevas generaciones de docentes que también tienen derecho a ser parte activa de nuestro sistema educativo).

Quiero subrayar que el Consejo de Gobierno adoptó el acuerdo persiguiendo un único objetivo: encontrar el punto de equilibrio, que siempre hemos buscado, entre la capacidad y la experiencia docente. Porque es, además, algo que demanda la sociedad y que nos va a permitir garantizar la mayor calidad de la educación murciana.

Y por eso este acuerdo, lejos de lo que se está trasladando a la sociedad, configura un sistema que reconoce la experiencia docente, que reduce la presión del aspirante en cada proceso selectivo al poder hacer valer otras oposiciones y que valora la constancia de los aspirantes (puesto que puntúa cada oposición superada). Eso sí, este acuerdo, a la vez, también permite que aspirantes noveles sin experiencia puedan acceder a la lista con la nota que les corresponda.

Por tanto, vuelven a mentir quienes venden este acuerdo como una amenaza para los docentes interinos murcianos. Los interinos tienen el valor añadido que les otorga su experiencia, claro que sí, derechos que se reconocen y se respetan, pero también deben tener la aspiración de superar el proceso selectivo que les lleve a ser funcionarios de carrera. Y sólo quien no está dispuesto a ello puede sentirse perjudicado. Tal vez sea esa la razón por la que se enarbola con tanto ímpetu, con demagogia y con mentiras, la oposición al nuevo sistema.

Y es a ellos, a quienes mienten y reclaman una negociación agotada por falta de interés en modificar el anterior modelo, a quienes me gustaría invitar finalmente a la reflexión, haciéndome eco esta vez de un proverbio que afirma que "con una mentira suele irse muy lejos, pero sin esperanzas de volver".