Como en la Biblia, al principio, era el inglés. Desde hace ya muchos años, las autoridades en educación han vivido acomplejadas porque los alumnos españoles no sabían hablar inglés. Para solucionar este problema, desde hace ya varios años, las consejerías de Educación y el ministerio llevaron a cabo el fomento de centros bilingües, donde los alumnos estudiaban algunas asignaturas en ese idioma. Gracias a ello, ahora tenemos a alumnos que no saben inglés y que han olvidado lo poco que sabían de la asignatura. Y lo que es peor; siguen destrozando el idioma español a su antojo.

No saber idiomas puede resultar preocupante, no lo niego. Pero tampoco es para tanto. De hecho, existe una infinidad de países en el mundo donde los alumnos no tienen ni idea de español y nadie se siente acomplejado por ello. Y eso que -que no se nos olvide- el español es la segunda lengua con más hablantes del mundo después el chino; ni más ni menos que cerca de quinientos millones de personas. Casi nada. Pero como los españoles somos así, el tema del inglés ha llegado a tal extremo que para limpiar los retretes de un aparcamiento público se pide idiomas, cuando nuestros políticos apenas saben balbucear en español -y tampoco saben limpiar toda la mugre que hay en el país- y están sentados ni más ni menos que en los sillones del Congreso redactando leyes para fomentar el inglés para los demás.

Pero como la inutilidad no tiene límites, ahora que a estas lumbreras que determinan el currículo de enseñanza se les ha pasado la moda de que los alumnos aprendan inglés, van a por el alemán. Para los próximos años, está previsto que los centros educativos oferten alemán a sus alumnos desde la Educación Primaria. Y eso sí que es curioso. Se entiende que el inglés es el idioma universal por excelencia, pero ¿el alemán? ¿Cuál es el objetivo de que los alumnos aprendan alemán en las escuelas? ¿Acaso queremos que nuestros alumnos conozcan otras culturas? ¿O es que, a lo peor, estamos educando a nuestros alumnos para que se vayan a trabajar a Alemania? Esta última opción -que parece tan demencial- es sin embargo la más probable. Ante la estampida de ciudadanos que abandonan este barco llamado España en busca de una nueva vida en un país más civilizado, las autoridades educativas han pensado que -ya que se van- por lo menos que se vayan sabiendo hablar el idioma. Eso, aparte de suponer el reconocimiento del fracaso del Gobierno para generar empleo en nuestro propio país, es algo absolutamente inútil. Haciendo cálculos, un alumno que ahora entre con tres años en un colegio tendrá que esperar quince años para salir del instituto con su título de bachillerato bajo el brazo. Y diecinueve años para terminar los estudios universitarios. Aunque no soy un adivino, lo más probable es que de aquí a dentro de quince años la situación de Alemania, la de España y la del propio mundo no sea la misma que la actual.

En fin, si realmente queremos que nuestro país vuelva a recuperar el pulso de una educación de calidad, si queremos construir una sociedad más avanzada cultural, política y económicamente, deberíamos empezar por eliminar del ministerio de Educación y de las consejerías del ramo a todos los mal llamado 'expertos' que cambian de ley y de currículo según la moda. Su inutilidad nos está nublando no solo nuestra lengua y nuestra cultura sino hasta el propio futuro.