Los de cabecera ignoran qué tipo de receta deberán extender de aquí a nada. Les ha llegado que será virtual, pero desconocen si en lo que se está pensando es en la cuestión informática o en qué. Lo que los farmaceúticos esperan al respecto es lo de menos. En realidad, el gremio desespera. Las llamadas a urgencias se atenderán de manera más lenta al suprimirse puntos de aviso por lo que, a este paso, el servicio acabará perdiendo la denominación de origen. Y, en cuanto a merma y desbarajuste, podríamos seguir así hasta el día del juicio final si no fuera porque hubo pleno en el Congreso y el presidente del Gobierno levanta a un muerto: "Continuaremos con la misma política, que es la que da resultados palpables, la que sanea nuestras cuentas". Y, para convencerse a sí mismo de que piensa seguir a piñón fijo, agregó un matiz: "Ahora bien, esto es como el médico que tiene programado dejar quince días a un enfermo en el hospital. Si, sobre la marcha, se da cuenta que sus previsiones se pueden acortar y que, con una semana de estancia será suficiente, no va a mantener la situación por mantenerla... Eso es lo que está pasando: hemos salido de lo peor, hemos detenido la caída, vamos a empezar a mejorar, esto empieza a funcionar". Que esto empieza a funcionar es difícil discutirlo. Tanto, que ni lo vamos a intentar. Está en la calle. Se dedique cualquiera a lo que se dedique -incluso a nada-, venga de donde venga o no vaya a ningún lado, la coincidencia prácticamente será plena. Y además, como volvió a repetir su señoría, la metodología empleada no tiene discusión. La nítida recuperación -igual me quedo corto- está llevandose a cabo de manera más que digna. A algunos chavales -a unos sí, a otros no- ingresados en los hospitales se les ha dejado sin los payasos

que lograban arrancarles la sonrisa pese al malestar. La mejoría no puede ser más cabal.