Alguien escribió una vez que las despedidas eran evidencias de que las personas nos creemos inmortales. Decir 'hasta luego' o 'nos vemos pronto' como fórmulas de despedida es presuponer que siempre habrá un reencuentro y da la impresión de que ignoráramos las miles de posibilidades que existen de no volverse a ver. No entendí enteramente esta cuestión hasta hoy. Hoy, paseando, he escuchado a dos ancianas octogenarias que se despedían animosamente. Una decía: "Me alegro mucho de haberte visto". Y la otra respondía: "Ojalá nos veamos pronto". Y en ese momento he comprobado asombrado que, a pesar de la avanzada edad de las dos señoras, una edad que quizá no les permita arribar al próximo mes, o al día de mañana, no se han planteado su exiguo horizonte. En sus deseos había la esperanza de volver a verse. Otra vez, otro día. Y los deseos tamizados por la conciencia se traducen en realidad, en certeza. He, entonces, recordado ese extraño pensamiento que consistía en relacionar las despedidas con el sentimiento de infinitud y lo he comprendido todo. Nos imaginamos siempre vivos.

No obstante, hay una edad en la que ya uno advierte que hay más vivido que por vivir. Que el tiempo avanza inexorablemente y la balanza de los días pasados se inclina con su peso reduciendo cada vez más el platillo de los días venideros. Te das cuenta de que has traspasado el ecuador de tu existencia cuando las dependientas de las tiendas, los policías que te multan, los doctores que te asisten o los padres con hijos en los parques son mucho más jóvenes que tú. Te das cuenta cuando tus conversaciones versan sobre una oferta en el supermercado, bebés, política e hipotecas. Te das cuenta cuando ya no piensas en todos los lugares a los que te queda por viajar. Al contrario, miras con melancolía todos los países a los que jamás irás. Porque no tienes tiempo. Porque realmente eres consciente de que no tendrás ocasión de realizar todo aquello que creías tan necesario. Te das cuenta la primera vez que te hablan de usted. Te das cuenta cuando tus padres te piden consejo, en lugar de dártelo ellos a ti. Te das cuenta cuando te sorprendes a ti mismo criticando a unos niños porque están haciendo cosas que tú mismo solías hacer no hace tanto. Te das cuenta cuando lees un artículo sobre el paso del tiempo y te sientes identificado. A pesar del tono algo melancólico de este artículo me permito despedirme de todos ustedes con un 'hasta pronto'. Seremos mortales y efímeros pero educados.