Supongamos que es uno de los 8.000 espectadores que el martes asistió en Bogotá a la conferencia de Pep Guardiola, auspiciada por el grupo Aval, bajo el lema Pasión, liderazgo y trabajo en equipo. La presentación con la que el próximo entrenador del verdugo blaugrana saltó al escenario fue jolivudiense: imágenes de sus diferentes épocas proyectadas sobre una gran pantalla envolvente; acompañamiento musical tipo Carros de fuego; una locución in crescendo en la que se resaltaban gestas del invitado y un estallido del auditorio cuando éste irrumpió. Al hacerlo, Pep fue sincero. Vino a decir que él está acostumbrado a hablar ante mucha gente -en ruedas de prensa, vamos- pero que era neófito en la materia y no sabía muy bien qué se esperaba de él. El resultado fue que la inmensa mayoría de asistentes, confiados en sacar conclusiones útiles para estimular a la cuadrilla, salieron decepcionados tras asisitr al rosario de anécdotas con jugadores sobre las que Pep construyó la exposición. Rudolph Giuliani, el exalcalde de Nueva York, cobró 50.000 dólares en su día por revelar cómo fue capaz de darle la vuelta a la Gran Manzana; Bill Clinton se llevó 150.000 por su intervención y Pep, que anteayer dio otra en Argentina, se ha embolsado 300.000 dólares por cada una.

Ahora imagine que, tras la experiencia, tiene que dirigirse a Lima y que paseando por una de sus calles se topa con un cartel de la New Life Christian Mission -una iglesia evangélica para más señas- en la que anuncia una Escuela de Liderazgo e, ilustrándola, la imagen de Paco Camps ante el micrófono, con los puños cerrados, correspondiente a una secuencia del día que presentó su dimisión. Y claro, usted, que viene de Europa como está Europa y que ha ido al nuevo continente seducido por diferentes núcleos en expansión y se encuentra allí, delante de ese reclamo, lo natural es que se pregunte: y, ahora, ¿para dónde tiro?