El planeta necesita un planeta y medio para satisfacer sus necesidades. Así es como WWF presenta la que ya es probablemente la campaña de concienciación ambiental más global y conocida en el mundo. Mañana sábado, de 20,30 a 21,30, en La Hora del Planeta, miles de ciudades y centenares de miles de personas en todo el mundo apagarán simbólicamente las luces de casas, monumentos y edificios emblemáticos para simbolizar la preocupación ciudadana por el futuro común.

La hora del planeta lleva ya siete años de convocatoria. Los organizadores de esta enorme campaña de movilización afirman que año tras año son más los ciudadanos, los Gobiernos y las empresas que se unen en un gesto colectivo que envía el mensaje de que los actos simbólicos pueden generar grandes cambios a condición de que se acompañen de un compromiso global durante todo el año.

La hora del planeta invita a los ciudadanos a ir más allá y adoptar medidas de ahorro energético en su vida cotidiana. En la edición de 2012 de la campaña, la web de WWF mostraba los pequeños y grandes compromisos de que somos capaces los ciudadanos para intentar crear un modelo de vida más sostenible y respetuoso con el medio ambiente. En este 2013, los organizadores plantean un nuevo desafío, que no suena precisamente a pequeño: crear una comunidad global interconectada que demuestre hasta dónde podemos llegar para cambiar el mundo en que vivimos, para que todos, individuos, empresas, Ayuntamientos y centros educativos, apuesten por ser más eficientes y autosuficientes en el uso de la energía y promuevan las energías limpias.

No es tan importante la eficiencia real de la campaña como la potencia de la convocatoria y el carácter global que la acompaña. La Hora del Planeta, con lenguaje popular y digerible, que a algunos les parecerá un tanto ingenuo, llama a dar un toque de atención sobre la insostenibilidad del consumo energético en nuestro redondo y ancho mundo, mostrándolo simbólicamente a través de un apagón de luz colectivo. El mensaje es que hay que parar la locura claramente alejada de la sostenibilidad en la que está inmerso el modelo de generación y consumo energético de la sociedad contemporánea, que hay que pasar de los discursos a los hechos, que hay que ser conscientes de los límites del planeta y que hay que mantener la presión de una forma cotidiana.

Sin duda los ciudadanos tenemos en esta presión la mayor voz, aunque también la menos eficiente. Los grandes mecanismos de la economía global, por mucho que los discursos y las declaraciones institucionales lo aguanten todo, tienen una enorme capacidad de resistencia a todo tipo de cambios, máxime a los que se refieran a la sostenibilidad. Sin embargo, gestos como los de La Hora... van poniendo sobre la mesa cosas que cada vez menos responsables políticos o económicos se podrán resistir a considerar.

Esa es la virtud de la campaña. La voz extendida y popularmente digerible, la participación ciudadana, sea mayor o sea menor cada año, como visualizador de una preocupación honda y un compromiso de medio plazo. Ojalá que, como dice la web de WWF, la inspiración de una hora mágica sirva para construir un futuro sostenible.